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Encontrándome con el Pasado
*ENCONTRÁNDOME CON EL PASADO*

*Escrito por: esperanza Renjifo*

Es viernes y estoy haciendo cuentas sentada a la mesa, suma que suma, en medio de la habitación con el google map abierto para calcular el promedio de gasolina a invertir y ubicar posibles grifos de la zona para tomar previsiones, prepararme para el frío helado de temperaturas que en este mes oscilan entre 5 y 10 grados bajo cero, al menos algo más caliente que en setiembre y agosto que todo es hielo total. Destino: Marcahuasi, San Pedro de Casta Huarochirí, Lima Perú. Sí Marcahuasi, es al lugar al que he decidido regresar después de algún tiempo. ¿Por qué? pues es simple, este es uno de los centros de Activación Energéticos que tengo cerca y al que he decidido ir desde hace casi una semana, un enorme Jardín de Enigmáticas Esculturas en Piedra, una Montaña Sagrada que nos invita a conocerla y disfrutar de una experiencia fuera de serie. Que mejor lugar para vivir un encuentro conmigo misma.

A la derecha de la mesa; un radio encendida reproduce una canción de temporada, mientras tanto algo más cerca de mi brazo izquierdo Josecito construye un supermercado con piezas de legos. Procurando armar todas las partecitas que involucran un mall, tratando de apearse a los recuerdos que lleva sobre lo que ya conoce de su estructura y diseño. Mientras ya casi estoy a punto de terminar la mano de Josecito resbala y de pronto, tratando de evitar que su edificación se desmorone casi se tira sobre la mesa y su acción violenta ocasiona que el café que sostengo en mano vote la taza y se derrame sobre todo el café sobre el cuaderno abierto arruinándose mis cuentas...

Nos hemos quedado inmóviles, largo rato en silencio, uno al lado del otro. Nos precipitamos a pararnos y salir corriendo hacia la cocina por secadores... Hemos terminado de bajar las escaleras. Una ola ardiente nos inunda, nos ensimismamos en un sopor profundo... Estamos de vuelta. Han pasado los minutos, las manecillas del reloj han girado muchas vueltas, minutos, horas, ya nada está igual. Todo ha variado. Se abren jardines y huertos; se abre una ciudad bajo el sol, y un camino olvidado resplandece. Afuera transcurre plácida la noche y en el viento llega un lejano rumor, un zumbido de abejas enanas. No quisiera escucharlas. Suena a ausencia y a muerte, y me ciño de nuevo a su mano, como si de ese modo mi cuerpo se afianzara a la vida... La desesperanza florece en una pasión que está más allá de las palabras y las lágrimas. Será que se se irá a caer la intensidad de mi alma en un genuino silencio de eternidad en la que huimos de esta verdad con adrenalina, metas de cristal con sueños pintados de realidad.

El camino es sinuoso, a lo lejos se observa el océano en espera, de donde rugen los templos que imploran certezas, a lo mejor por eso tiemblan mis manos. "Es muy tarde" dicen los números de mi celular. "—Tendrás que ir mucho más rápido..." —digo. La noche empieza a tragarse el día, mientras que a lo lejos los manantiales hablan reclamando justicia por la inocencia mancillada. Mientras José calla por la ignorancia de todo cuanto sucede vislumbrado por la ignorancia. Tres vehículos a mi derecha, uno a mi izquierda. Enderezo mi espalda sobre el respaldar y elevo mis hombros con la mirada fija al espejo retrovisor, de pronto frente a mi un auto desaparece. Mis faros neblineros se encienden en respuesta a la desaparición. Luces del auto de mi izquierda haciéndome señales me indican que no avance. Al parecer el conductor también se ha dado cuenta de lo que ha sucedido. Todo es inesperado. Es como si se hubiere desaparecido en medio de la oscura noche. Desde el horizonte que no habla he parado en medio de la nada. Fijando la mirada al precipicio de mi derecha de la imaginación que me dice que no mire más, que a veces no hay explicación convincente a situaciones que ocurren.

Me devuelvo a mi camioneta al borde del asiento como si estuviera a la orilla del mundo, del espacio en que hemos navegado como planetas reencontrados. Miro hacia el horizonte y de pronto te contemplo vistiéndote con prisa y sin cuidado, yo me pongo una bata con desgano y tengo que hacer un gran esfuerzo para levantarme y caminar hasta la puerta a despedirte. No hablamos. Pueden oírnos y descubrir que nos hemos amado apresurada y clandestinamente en esta noche que empieza a caérseme en pedazos. Las abejas siguen zumbando y llegan cada vez más claras en el viento de la madrugada, su sonido nos envuelve como un agua azul llena de peces. Te pienso llegando cogidos de la mano hasta la puerta y nos besamos allí como los que se besan en los muelles. La puerta se cierra tras de ti y es como una página que termina y uno quisiera alargar toda la vida. No logro entender que ya te has ido y que estoy de nuevo sola en esta vida. Abro la ventana alineo el espejo retrovisor y el aire frío del amanecer me azota la cara. Tiemblo de pies a cabeza y comienzo de pronto a sentir miedo, miedo de que mañana, hoy, todo se desvanezca o termine como niebla que la luz deshace.



Acabo de vivir un retazo de una noche que no me pertenece en este presente, una historia que no nos pertenece, la vida nos ha robado días alegres y recuerdos miles de los hubiera que nunca llegaron pero que hoy y siempre me persiguen. Quiero observarme el rostro en un espejo, saber cómo soy ahora, después de esta noche... Me ahogo entre los recuerdos, orillo mi camioneta y callo entre el delirio de la fragancia prohibida, de un pasado que intenta sobreponerse a mi presente. El cielo conspira al instante. Yo a la izquierda del acantilado esperando la nada, mientras que el agua brota cayéndose del cielo a pedazos en una gota que brota alcanzando mi alma y absolviendo mi pesar. Abro la puerta del piloto y estiro las piernas, Y a tropel el agua besa mis pies como un lavado que absorbe la humildad a la que me enfrenta el océano celestial y el destino que casi relampaguea esta noche.

Dos horas después he llegado a San Pedro de Casta, aún no estoy en mi destino final pero ya es tarde y el camino está muy oscuro como para poder subir la montaña. Los comercios ya están cerrados. El pueblo se viste de misterio y todo cuando observo se ve lúgubre. Ya son casi las dos de la mañana. Las calles vacías me reciben. Giro la llave del carro y apago el motor, coloco el traba timón y desciendo, procedo a abrir la puerta de José, le doy la mano y caminamos en busca de un lugar donde poder pernoctar hasta que amanezca abrigados hasta los dientes a modo fardos de tanto abrigo que llevamos encima. Tres metros a la derecha y dos de frente voy por un camino empedrado con casitas humildes que fluctúan entre casitas de adobes de dos plantas o tres con techo de calamina a dos aguas y armazón de tablones. Casitas a la derecha y a la izquierda aparentemente abandonadas por esa diáspora forzosa hacia la ciudad. Los candados en algunas de las puertas me sugieren su abandono, aunque ellas mee reciben a cada tanto. Diez minutos buscando me llevan a la puerta de una moradora que me sugiere la casa de una comadre a una cuadra de regreso por donde caminé.

Dicen que huimos de la creación con la negación de la morfina que bloquea el sufrimiento, así como toda su fascinación. El camino de piedra es como el camino al edén en el que todo sugiere que todo resurge y renace en formas inimaginables pues todo aquel que está dormido en lagunas de irritación se observará en el espejo de su propia ilusión. "—Es aquí me dice la amable mujer. La puerta se abre. Al minuto una silueta de hombre sale adormilado frotándose los ojos, me dice que puede darme posada por ciento ochenta soles, casi el mismo precio de un hotel capitalino, me dije. Viendo tanta imitación me remití al silencio y pagué sin chistar por no haber ni de donde escoger. Voy a fingir que duermo para que no me molesten los recuerdos de la muerte y del silencio. —Silencio es ese, precisamente, el lugar que teme el filósofo por creer que todo es su pensamiento atrofiado. Silencio es el lugar que teme el escritor por siempre creer que es su palabrería reciclada. Sin embargo el poeta, ese ser valiente y sin ley que ha dejado de temer, porque entiende que no hay límite a lo que existe. Ya casi voy a dormir y apenas se está terminando de acomodar el frio. La noche se detiene para dar paso al sueño que no quiero que me interrumpa ahora que estoy en esta noche, esa que él no puede recordar, noches y días solo nuestros, que no le pertenecen, porque ahora él ya no está en esta dimensión. Se que ha entrado a ver si estoy dormida, me está mirando, suspira fastidiado, enciende un cigarrillo, busca junto a mi teléfono si hay recados, sale, camina por la estancia, conecta el sonido del viento con las ramas de un arbolito cercano a la ventana, ya no hay nada, es tarde, solo la quietud de un vientecito fresco que recorre todas las estaciones, y se pasea por toda la estancia. En el otro lado del mundo no habrá cocinas. Pienso, no ha de haber cenado, a lo mejor allí ni siquiera podrá comerse ni un sándwich. Sigue lloviendo. Suenan las gotas de lluvia sobre el techo. También aquel día que te marchaste de mi lado para siempre había llovido en la madrugada y la mañana estaba un poco fresca, ¿te acuerdas...?


Llegué temprano a la sala del hospital con un ramo de flores rojos y como si tú los hubieras comprado me dijiste son tuyos consérvalos, y yo me quedé con ellos... No sé bien lo que te estoy pensando, he caído dentro de un remolino de sorpresas y turbación, Viajar de tan lejos conduciendo para encontrarme a mí misma y en lugar de ello estoy aquí otra vez contigo y recordado que las primeras flores que me obsequiaste fueron las que yo compré para ti, sorpresas y turbación. Nunca me han regalado flores, esa era la primera vez, quisiera decírtelo pero empezamos a hablar de cosas que no nos pertenecen mientras yo hoy siento rechazo por las flores rojas que me recuerdan a la sangre derramada de mis padres en aquel atentado y a tu muerte.

Observo las vigas del techo y escucho el constante tamborileo de las gotitas de lluvia cayendo en la calamina, mientras observo a Josecito dormido bien acurrucado al lado mío. Sé que los dos estamos huyendo de este momento, de eso que jamás pudimos hablar porque la muerte no nos dio el tiempo. De esa emoción que nos aturde y nos ciega como una luz incandescente. Nos quedamos suspendidos sobre el instante mientras un sonido de un megáfono suena muy cerca como si sonara en el más remoto pasado. Ese pasado después de ti que ahora se desvanece y pierde todo sentido. Solo tienen validez estos momentos tan honda y confusamente vividos dentro de mi presente. Es el momento de la verdadera despedida y lo presientes, y no quieres que suceda. Te sientas en la ventana y miras hacia afuera como si estuviéramos dentro de una burbuja. Pero ya es hora de despedirnos, te amo y te amaré toda la vida, pero te dejé partir aquella vez porque así lo quiso el destino y porque el amor no había sido creado para mi.

"—Quisiera vivir este mismo instante mañana, en un día abierto para nosotros. Pienso en una ciudad donde pudiéramos caminar por las calles o estirados en aquellas playas en donde te gusta estar sola o vagar por el campo cogidos de la mano"

"—Lo entiendo, yo también hubiera querido conocer contigo el mundo, y entrar contigo en el sueño y despertar siempre a tu lado. pero eso ya no es posible, Tú ya te has ido y yo continuo aún aquí con mucho por hacer y con responsabilidades que he adquirido porque así tiene que ser. Siempre has estado en el recuerdo más alegre y puro que me obsequio la vida y por ese mismo e intenso amor que te tuve es que puedo hoy seguir adelante, pues bendigo y doy gracias a la vida por haberte puesto en mi camino aunque sólo hayan sido unos meses".

"—No quiero irme y dejarte sola"

"—Pero nunca he estado sola, me tengo a mí misma, siempre me he tenido a mí misma. Y aunque sólo quede tu recuerdo y tenga que descifrar lo que no me dices ahora. Una parte de mi vida, estos minutos, se van contigo. A veces no sé decir las cosas que siento. Tal vez algún día te las escriba sentada frente a otra ventana. No sé tampoco tengo idea de hasta dónde soy feliz. Cada despedida es un estarse desangrando, un dolor que nos asesina lentamente. Estamos llenos de palabras y sentimientos, de un silencio que nos confina en nosotros mismos. Tal vez esta habitación nos queda demasiado grande o demasiado estrecha y por eso no sabemos qué hacer con nuestros sentimientos y las palabras. Miras el reloj. El tiempo es filoso y apunta a nuestras memorias. Ya luego llegará ese momento de vaciamiento de como cuando no estás conmigo, de cuando te arrebató la vida el destino y nos dejo como partidos e incompletos. Solo que yo fui reconstruyéndome de a pocos con nuevas metas, con deseos, con ganas de seguir adelante, nutriéndome del amor que me quedó para emprender lo que debía de emprender.

Siento que ya es muy tarde y mañana quiero subir a Marcahuasi, Aunque ya es mañana, sólo hacen falta una hora y media para que termine de amanecer. No estés triste, no quiero que estés cansado y tampoco quiero que lleves ese corazón apachurrado. Lo siento mucho, no quiero verte así sabes que has sido el único a quien he amado por toda mi vida, Y si he de continuar así así será, pero si alguien más llegará a entrar a mi corazón le daré su lugar, si es que así lo quiere la vida.

Instantes después sus ropas se fueron deslizándose de su cuerpo sobre el vano de la puerta y se metió a mi cama, junto a mi, Casi pude jurar que sentí ese calorcito que no había sentido en muchos años de su abrazo rodeando mi cuello y luego sentí su mano en mis cabellos hasta luego quedarme dormida, horas más tarde desperté ligera como si hubiera dormido mis ocho horas completas, con José a mi lado. Miré hacia la ventana y sonreí porque pensé que había sido un sueño. Pero una rosa roja y un pañuelo suyo al pie de mi almohada me dio un vuelco al corazón. Nada de eso había sido un sueño, Realmente Henry había venido a verme después de mucho tiempo. Salí de la habitación con el niño de la mano, pero José se soltó de mi mano y fue hacia la rosa y el pañuelo y me lo dio, Yo sólo di las gracias y los sujeté con emoción.



Durante el camino hacia Marcahuasi parecía que a ratos él estaba allí como cuidándome como me dijo lo ha hecho desde siempre. El sol ya había caído sobre nosotros como una profecía de lo espléndido que sería para mí el mañana y mientras caminaba recordaba cada instantánea de mi vida y me sentí orgullosa de ser quien soy, y me sentí afortunada de ser una sobreviviente de la vida. Después de casi dos horas de caminata llegué al anfiteatro con sendas rocas que me esperaban a mi paso. Me sentía unida a la vida, conectada desde la distancia hacia el vasto cielo, era como si esta mañana espléndida me conectaba a mis recuerdos para hacerme saber que pude con todo lo vivido y más... Jamás me había desilusionado de la vida mi de los momentos vividos , todos siempre habían sido pruebas para que aprendiera a confiar en la vida.

El día fue tranquilo y relajado, la noche allí arriba fascinante llena de nubes que parecían copitos de algodón sobre un cielo azul estrellado con una linda Luna luminosa sobre un estrellado silencio donde ninguna alma transita, sólo estrellas el cielo y José y enormes rocas con figuras de siluetas humanas petrificadas a mi alrededor. Tal vez sean los muertos que miran desde el abismo la nada de un sueño esperando aprender a volar

¿Quién me dijo que era imposible poder salir de mi misma y poder viajar? Aprenderé a elevarme entre sueños y extática imaginación. Me dedicaré a crear sobre los silencios y he de hallar voz en la sonoridad de mis sueños y en las lágrimas que humedecen los desiertos como mariposas errantes. Devolveré al mar la sal consumida de mi cuerpo que se ha escindido en tantos destellos morando una vez más sobre las fas de los silencios porque soy fuego que se engendra de mis sombras, el resplandor helado de cada aurora y el latido que enciende siluetas fantasmagóricas, la inercia de los vientos que aviva los árboles...

*Esperanza Renjifo*
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