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El anciano ciego
Resoluble angustia de tu existencia que confabula con la inexperta ciencia de nuestra naturaleza cambiante
Basta vista sensorial que me hace pensar que no somos igual, tosca sociedad que me ha ignorado.
Concédeme el último baile para demostrarte que puedo ser gigante, de naturaleza cambiante pero un ciego puede enamorarse. De la belleza subjetiva nace una lágrima al contemplarte sin mirarte, porque no puedo idealizar tu cuerpo sin sentir tu calor
Me es suficiente con ser invidente, no quiero ser el doble de ciego por ti, por eso te pido que te desnudes ante mi presencia, no te veré, pero los ciegos también sienten.
Siento la desolación al saber que pasas por mi lado sin voltearte, cuando haces una mueca de asco al cruzarme, cuando te vas sin recordarme.
Maldita bendición desde mi nacimiento, me has obligado a la dependencia de los intolerantes, incapaz de realizar las actividades más básicas. Terror nacido desde los 12 a la calle, ahora es mi pan de cada día, si ese día me toca comer algo.
Con el tiempo se aprende a lidiar con los problemas, pero aún me da miedo la perpetua oscuridad a la que estoy sometido.
Esperanzadora vía de escape es la inexistencia, pero no tengo la valentía aterradora que me permitiría llamar a mi amiga la muerte, al fin y al cabo no la veré, solo sentiré una vez haya desprendido el alma de mi cuerpo; aún así nadie notaría mi ausencia, pues desde que abandoné mi miedo no he vuelto a saber nada de los que quiero.
Sentimientos, malditos sentimientos por los cuales me aferro a la miserable vida, cuanto deseo no haberla conocido nunca, no estaría divagando por esta oscuridad sino descansado en su regazo.
Amiga, amada, por qué no me has visitado, aquel día me prometiste que volverías a mis 70, ahora solo estoy atado a este bastón indicativo de mi condición y principal axioma de su indiferencia.
Permíteme verte de nuevo, mi amada muerte, te siento cerca a mis 74 años