Un pedazo de lo que eres. A grande o pequeña escala. No importa qué traiga las estaciones de la vida y su plenitud, se tienen uno del otro. Un lazo que sólo la muerte dará testimonio de que fue real hasta el final. El soporte; lucha a tu lado, te resguarda, te defiende. Soporta la cólera y habla la verdad. El perdón no tarda. La conexión siempre cambia con el tiempo, a un vínculo más íntimo y sólido. Una hermandad leal a pesar de los desafíos. Se gana y se pierde juntos. Te da ese empujón. Te levanta del piso si caes. Se pone en medio y da la vida. Conoce tu idioma verbal y corporal. Pelea y regaña. En sus ojos ves el orgullo de tu triunfo. Se celebra aún en la distancia, desde luego, se llora. Despierta tu motivación. Atiende y cuida. Reconoce cuando algo no anda bien. Velaría tu sueño. Te guarda en la enfermedad. Hace lo que hubieran hecho por ti, en la infancia. Es la gracia de Dios en una persona especial, única. ¿Qué o quién detendrá la amistad?
La complicidad para vivir y amar, disfrutarlo todo. Y hasta en el sufrimiento se ríe, por alguien, que tienes como amigo.
Y esto es simplemente un pedazo, de lo que podría exponer a éstas horas de mi vida, de lo que he podido vivir y entregar, como amiga. Se que todos y todas tenemos diferentes definiciones o visión de lo que es amistad. En lo que sí sé que concordaríamos, es, que son ángeles sin alas. Te hacen bromas sanas. El respeto es ley. La lealtad es el escudo.
© SirenaBoricua