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VIII Arcano: La Fuerza
En una tierra donde los mitos cobraban vida y los arcanos caminaban entre los mortales, había una joven llamada Althea que poseía un don extraordinario: la fuerza interior. No era la fuerza de los músculos, sino la del espíritu, la que permite afrontar las adversidades con coraje y serenidad.

La historia de Althea comienza en un pequeño pueblo al pie de la montaña sagrada, donde los animales salvajes y los humanos vivían en armonía. Un día, un león majestuoso, símbolo viviente del arcano mayor La Fuerza, bajó de las colinas y se plantó frente a la aldea, rugiendo ferozmente.

Los aldeanos temían al león, pero Althea, con su corazón valiente, se acercó al animal sin miedo. Ella sabía que La Fuerza no se trataba de dominar con violencia, sino de entender y calmar. Miró al león a los ojos y vio no un enemigo, sino un espíritu herido buscando ayuda.

Con gestos suaves y palabras dulces, Althea calmó al león, que se tumbó a sus pies como un gato doméstico. La joven descubrió que una espina se había clavado en la pata del león, causándole gran dolor. Con cuidado, Althea extrajo la espina y curó la herida del león.

La Fuerza, el arcano mayor, se manifestó en ese acto de bondad y valentía. No era la batalla lo que definía la fuerza de Althea, sino su capacidad para enfrentar el miedo y transformarlo en comprensión y amor.

El león, agradecido, se convirtió en el protector de la aldea y en el compañero leal de Althea. Juntos, recorrieron la tierra, enseñando a otros la verdadera naturaleza de La Fuerza: la habilidad de combinar la fortaleza del alma con la gentileza del corazón.

Y así, la leyenda de Althea y el león se extendió por todos los rincones del mundo, recordando a todos que la fuerza más grande es aquella que reside en el espíritu y que se expresa a través del amor y la compasión.

© Benjamin Noir