"El Ojo de la Gehenna"
La ciudad de Tenebris, construida sobre las ruinas de un antiguo templo, era un lugar de opulencia y poder. Pero bajo su belleza y esplendor, se escondía un secreto oscuro: una puerta al infierno, custodiada por un ojo gigante, ardiente e implacable.
En el corazón de la ciudad, un joven llamado Elias, un escultor talentoso, descubrió un antiguo libro de hechizos que hablaba de la puerta y la manera de abrirla. La leyenda decía que quien abriera la puerta al infierno liberaría un poder inimaginable, pero a un precio terrible.
Elias, intrigado por el poder y la promesa de un mundo nuevo, decidió abrir la puerta. Realizó el ritual, las palabras en el libro resonaron en la sala, y la ciudad comenzó a temblar. Un ojo gigante se abrió en el cielo, rodeado de llamas y emanando una energía oscura.
El ojo, lleno de furia y odio, miró a Elias con una intensidad escalofriante. El corazón de Elias se llenó de terror, pero el poder lo atraía. El ojo, sin decir palabra, le susurró a Elias en su mente, lo tentaba con poder y gloria.
Elias, cegado por la ambición, se arrodilló ante el ojo, aceptando su destino. En ese momento, el ojo se abrió completamente, mostrando un abismo infinito de fuego y oscuridad. El suelo se partió, la ciudad se derrumbó, y Elias se hundió en el infierno.
El ojo de la Gehenna se mantuvo abierto, vigilando el mundo, esperando a que otros se atrevan a desafiarlo y buscar el poder del infierno. La historia de Tenebris, una ciudad construida sobre un secreto oscuro, se convirtió en una advertencia para aquellos que buscan poder a cualquier precio.
Mientras tanto, en los escombros de Tenebris, algunos sobrevivientes comenzaron a murmurar sobre una nueva era de oscuridad. Se decía que aquellos que miraban fijamente al ojo podían escuchar susurros; promesas tentadoras llenas de ambición. Un grupo decidido a recuperar lo perdido decidió investigar más sobre el antiguo templo y su oscuro legado.
Entre ellos estaba Lira, una joven con habilidades místicas que había heredado conocimientos ancestrales. Ella sabía que el ojo no solo representaba destrucción sino también una oportunidad para desafiar al destino. Con su grupo decidieron realizar un nuevo ritual para intentar cerrar la puerta del infierno antes de que otros fueran seducidos por su poder.
Sin embargo, cada paso que daban hacia el templo los acercaba más a lo desconocido. Las sombras parecían cobrar vida a su alrededor y las visiones del pasado atormentaban sus mentes. Lira entendió que no solo enfrentaban el peligro físico del ojo; también debían luchar contra sus propios deseos y temores.
La batalla por el alma de Tenebris apenas comenzaba…
Lira y su grupo se adentraron en las ruinas del templo, donde el aire estaba impregnado de un frío sobrenatural. Las paredes estaban cubiertas de inscripciones antiguas que narraban la historia de la ciudad y su conexión con el ojo. Cada paso resonaba como un eco de advertencia, recordándoles que el poder siempre tiene un precio.
Mientras exploraban, Lira encontró un altar en el centro de la sala principal. Sobre él reposaba una esfera de obsidiana, pulsando con una energía oscura. Al acercarse, sintió una corriente eléctrica recorrer su cuerpo; era como si el ojo estuviera observando cada uno de sus movimientos, evaluando sus intenciones.
“Debemos actuar rápido”, dijo Lira a sus compañeros, que estaban sumidos en una mezcla de temor y fascinación. “Si no cerramos la puerta, otros seguirán el mismo camino que Elias”.
Uno de los miembros del grupo, Kiran, un guerrero temeroso pero leal, interrumpió: “¿Y si el ojo nos atrapa como atrapó a Elias? ¿Qué garantías tenemos de que esto funcionará?”
Lira lo miró fijamente. “No hay garantías. Pero quedarnos aquí es condenarnos a vivir bajo su sombra. Debemos intentar liberarnos de este ciclo.”
Con determinación renovada, comenzaron a preparar el ritual. Lira recitó las palabras ancestrales que había aprendido de su abuela, mientras los demás formaban un círculo a su alrededor. La esfera de obsidiana comenzó a vibrar, y el ojo en el cielo pareció parpadear con intensidad.
De repente, un viento helado atravesó la sala, llevando consigo ecos de risas burlonas y susurros tentadores. Las sombras se...
En el corazón de la ciudad, un joven llamado Elias, un escultor talentoso, descubrió un antiguo libro de hechizos que hablaba de la puerta y la manera de abrirla. La leyenda decía que quien abriera la puerta al infierno liberaría un poder inimaginable, pero a un precio terrible.
Elias, intrigado por el poder y la promesa de un mundo nuevo, decidió abrir la puerta. Realizó el ritual, las palabras en el libro resonaron en la sala, y la ciudad comenzó a temblar. Un ojo gigante se abrió en el cielo, rodeado de llamas y emanando una energía oscura.
El ojo, lleno de furia y odio, miró a Elias con una intensidad escalofriante. El corazón de Elias se llenó de terror, pero el poder lo atraía. El ojo, sin decir palabra, le susurró a Elias en su mente, lo tentaba con poder y gloria.
Elias, cegado por la ambición, se arrodilló ante el ojo, aceptando su destino. En ese momento, el ojo se abrió completamente, mostrando un abismo infinito de fuego y oscuridad. El suelo se partió, la ciudad se derrumbó, y Elias se hundió en el infierno.
El ojo de la Gehenna se mantuvo abierto, vigilando el mundo, esperando a que otros se atrevan a desafiarlo y buscar el poder del infierno. La historia de Tenebris, una ciudad construida sobre un secreto oscuro, se convirtió en una advertencia para aquellos que buscan poder a cualquier precio.
Mientras tanto, en los escombros de Tenebris, algunos sobrevivientes comenzaron a murmurar sobre una nueva era de oscuridad. Se decía que aquellos que miraban fijamente al ojo podían escuchar susurros; promesas tentadoras llenas de ambición. Un grupo decidido a recuperar lo perdido decidió investigar más sobre el antiguo templo y su oscuro legado.
Entre ellos estaba Lira, una joven con habilidades místicas que había heredado conocimientos ancestrales. Ella sabía que el ojo no solo representaba destrucción sino también una oportunidad para desafiar al destino. Con su grupo decidieron realizar un nuevo ritual para intentar cerrar la puerta del infierno antes de que otros fueran seducidos por su poder.
Sin embargo, cada paso que daban hacia el templo los acercaba más a lo desconocido. Las sombras parecían cobrar vida a su alrededor y las visiones del pasado atormentaban sus mentes. Lira entendió que no solo enfrentaban el peligro físico del ojo; también debían luchar contra sus propios deseos y temores.
La batalla por el alma de Tenebris apenas comenzaba…
Lira y su grupo se adentraron en las ruinas del templo, donde el aire estaba impregnado de un frío sobrenatural. Las paredes estaban cubiertas de inscripciones antiguas que narraban la historia de la ciudad y su conexión con el ojo. Cada paso resonaba como un eco de advertencia, recordándoles que el poder siempre tiene un precio.
Mientras exploraban, Lira encontró un altar en el centro de la sala principal. Sobre él reposaba una esfera de obsidiana, pulsando con una energía oscura. Al acercarse, sintió una corriente eléctrica recorrer su cuerpo; era como si el ojo estuviera observando cada uno de sus movimientos, evaluando sus intenciones.
“Debemos actuar rápido”, dijo Lira a sus compañeros, que estaban sumidos en una mezcla de temor y fascinación. “Si no cerramos la puerta, otros seguirán el mismo camino que Elias”.
Uno de los miembros del grupo, Kiran, un guerrero temeroso pero leal, interrumpió: “¿Y si el ojo nos atrapa como atrapó a Elias? ¿Qué garantías tenemos de que esto funcionará?”
Lira lo miró fijamente. “No hay garantías. Pero quedarnos aquí es condenarnos a vivir bajo su sombra. Debemos intentar liberarnos de este ciclo.”
Con determinación renovada, comenzaron a preparar el ritual. Lira recitó las palabras ancestrales que había aprendido de su abuela, mientras los demás formaban un círculo a su alrededor. La esfera de obsidiana comenzó a vibrar, y el ojo en el cielo pareció parpadear con intensidad.
De repente, un viento helado atravesó la sala, llevando consigo ecos de risas burlonas y susurros tentadores. Las sombras se...