TEMPORADA 1. "El Eco de Nuestras Almas" Una historia de almas gemelas, tiempo y destino
Capítulo 1: "Las Cicatrices del Viento"
"Hong Kong, Distrito Central — 10 Años Antes"
La casa de los Wang en Mid-Levels olía a libros antiguos y jazmines. Mei Ling, de siete años, corría por el pasillo con un avión de papel mientras su padre, Yu Hong, la perseguía riendo. Hiu Wang observaba desde la puerta de su estudio, una taza de té en la mano y una sonrisa cansada pero genuina.
—¡Cuidado con el jarrón de la dinastía Qing! —advirtió Hiu, aunque su voz sonaba cálida—. Tu abuela nos mataría si lo rompen.
—¡Somos pilotos de tormenta, mamá! —gritó Mei Ling, esquivando el mueble de porcelana—. ¡El avión necesita aterrizar!
Pero las tormentas verdaderas llegaron años después. Yu Hong, entonces gerente de una empresa naviera, perdió su trabajo cuando la crisis económica hundió los mercados. Las risas se convirtieron en portazos. Las cenas familiares, en silencios rotos por el clink de botellas de "baijiu".
—¿Otra vez bebiendo? —Hiu lo confrontó una noche, quitándole la botella—. Mei Ling te necesita. "Yo" te necesito.
—¿Para qué? —Yu Hong se levantó tambaleante, su aliento ácido llenando el espacio entre ellos—. ¡Ni siquiera puedes mirarme sin desprecio!
Mei Ling, ahora de doce años, se encogió tras la puerta de su habitación. El sonido de algo rompiéndose —el jarrón de la abuela— la hizo estremecer.
"Tai O, Isla de Lantau — 3 Años Después"
La casa sobre pilotes era más pequeña, pero el aire olía a libertad. Hiu Wang había cambiado sus trajes de profesora por vestidos de lino, y sus libros de derecho por cuadernos de acuarelas. Mei Ling, sin embargo, guardaba secretos en una caja bajo la cama: fotos rotas, un avión de papel descolorido, y el jarrón de la dinastía Qing, cuidadosamente pegado.
—¿Por qué lo guardas? —preguntó Hiu una tarde, encontrando a Mei Ling acurrucada con las piezas—. Es solo un objeto.
—Porque papá lo rompió —susurró Mei Ling, evitando su mirada—. Y porque… quizá un día podamos pegarlo bien.
Hiu se arrodilló frente a ella, las manos temblorosas:
—Algunas cosas no pueden repararse, . Pero otras —señaló el mar a través de la ventana—, pueden convertirse en algo nuevo.
El Día del Divorcio
La pelea final comenzó con un mensaje. Yu Hong, borracho y destrozado, apareció en Tai O exigiendo ver a Mei Ling.
—¡Es mi hija! —rugió, golpeando la puerta—. ¡No puedes robarme todo!
Hiu lo enfrentó en la entrada, su voz tan firme como en un tribunal:
—Te robaste a ti mismo, Yu Hong. Ahora vete.
Mei Ling, escondida tras las cortinas, vio cómo su padre arrojaba una botella contra la pared. Los vidrios estallaron cerca de su madre, pero Hiu no retrocedió.
—¿Crees que eres fuerte? —escupió Yu Hong—. ¡Eres solo una egoísta!
—Prefiero ser egoísta que permitir que mi hija crezca creyendo que esto —señaló los escombros— es amor.
Cuando la policía se lo llevó, Mei Ling corrió hacia su madre.
—¿Estamos… solas ahora? —preguntó, temblando.
—No —Hiu la abrazó—. Estamos libres.
La Nueva Vida
Adaptarse a Tai O fue aprender un idioma distinto. En Hong Kong, Mei Ling tenía clases de piano y amigos que hablaban de viajes a París. En el pueblo, aprendió a pescar cangrejos con Lin, una niña de su edad cuya familia llevaba generaciones tejiendo redes.
—Tu madre es valiente —dijo Lin una tarde, mientras recogían conchas—. Mi abuela dice que divorciarse aquí es como nadar contra la marea.
—¿Y qué dice tu abuela de los que nadan? —preguntó Mei Ling.
—Que son los que cambian las corrientes —respondió Lin, lanzando una piedra al mar.
Hiu, por su parte, se reinventó como abogada itinerante, ayudando a pescadores a defender sus tierras contra desarrolladores. Por las noches, enseñaba a Mei Ling sobre leyes:
—Las palabras escritas pueden proteger o destruir —decía, mostrándole una constitución manchada de té—. Por eso debes elegir las tuyas con cuidado.
"El Último Recuerdo"
La noche antes de mudarse definitivamente a Tai O, Mei Ling se coló en su antigua casa en Hong Kong. Las habitaciones estaban vacías, excepto por un pequeño armario olvidado. Dentro, encontró un music box que Yu Hong le regaló en su sexto cumpleaño. Al darle cuerda, la melodía de "La Luna Sobre el Castillo en Ruinas"sonó quebrada.
—¿Por qué lo hiciste, papá? —murmuró, abrazando el objeto—. ¿Por qué no nos elegiste?
No hubo respuesta. Sólo el eco de una pregunta que cargaría como cicatriz.
Capítulo 2 :"El Tropiezo del Destino".
El sol comenzaba a ocultarse tras las montañas que rodeaban Tai O, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y violetas. Mei Ling Wang, una joven de diecisiete años, se encontraba en la orilla del mar, observando cómo las olas rompían contra los pilotes de las casas. Su corazón anhelaba algo más que la rutina diaria de su pequeño pueblo pesquero. "¿Por qué no puedo ser como las aves que vuelan libremente?", se preguntaba mientras recogía conchas en la arena.
—¡Mei Ling! —la llamó su madre, Hiu Wang, desde la distancia—. ¡Es hora de volver a casa!
—Voy, mamá —respondió Mei Ling, guardando una concha en su bolsillo. Sabía que su madre había estado pasando por momentos difíciles desde el divorcio, y quería ser fuerte para ella. Sin embargo, la monotonía de su vida la ahogaba.
Mei Ling suspiró, dejando caer la concha que había encontrado. "Siempre hay que volver a casa", pensó. Mientras caminaba hacia su madre, su mente divagaba en pensamientos sobre la competencia de arte en la ciudad que asistiría al día siguiente. "Quizás allí encuentre la inspiración que tanto anhelo", se dijo a sí misma.
Al siguiente día el sol apenas comenzaba a pintar el cielo de tonos dorados cuando Mei Ling Wang salió de su casa, una estructura de madera sobre pilotes que crujía con el vaivén de la marea. El aroma a pescado seco y sal mezclado con el jazmín del té de su madre flotaba en el aire. Hiu Wang, con su pelo canoso recogido en un moño, le entregó un bento de bambú.
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"Hong Kong, Distrito Central — 10 Años Antes"
La casa de los Wang en Mid-Levels olía a libros antiguos y jazmines. Mei Ling, de siete años, corría por el pasillo con un avión de papel mientras su padre, Yu Hong, la perseguía riendo. Hiu Wang observaba desde la puerta de su estudio, una taza de té en la mano y una sonrisa cansada pero genuina.
—¡Cuidado con el jarrón de la dinastía Qing! —advirtió Hiu, aunque su voz sonaba cálida—. Tu abuela nos mataría si lo rompen.
—¡Somos pilotos de tormenta, mamá! —gritó Mei Ling, esquivando el mueble de porcelana—. ¡El avión necesita aterrizar!
Pero las tormentas verdaderas llegaron años después. Yu Hong, entonces gerente de una empresa naviera, perdió su trabajo cuando la crisis económica hundió los mercados. Las risas se convirtieron en portazos. Las cenas familiares, en silencios rotos por el clink de botellas de "baijiu".
—¿Otra vez bebiendo? —Hiu lo confrontó una noche, quitándole la botella—. Mei Ling te necesita. "Yo" te necesito.
—¿Para qué? —Yu Hong se levantó tambaleante, su aliento ácido llenando el espacio entre ellos—. ¡Ni siquiera puedes mirarme sin desprecio!
Mei Ling, ahora de doce años, se encogió tras la puerta de su habitación. El sonido de algo rompiéndose —el jarrón de la abuela— la hizo estremecer.
"Tai O, Isla de Lantau — 3 Años Después"
La casa sobre pilotes era más pequeña, pero el aire olía a libertad. Hiu Wang había cambiado sus trajes de profesora por vestidos de lino, y sus libros de derecho por cuadernos de acuarelas. Mei Ling, sin embargo, guardaba secretos en una caja bajo la cama: fotos rotas, un avión de papel descolorido, y el jarrón de la dinastía Qing, cuidadosamente pegado.
—¿Por qué lo guardas? —preguntó Hiu una tarde, encontrando a Mei Ling acurrucada con las piezas—. Es solo un objeto.
—Porque papá lo rompió —susurró Mei Ling, evitando su mirada—. Y porque… quizá un día podamos pegarlo bien.
Hiu se arrodilló frente a ella, las manos temblorosas:
—Algunas cosas no pueden repararse, . Pero otras —señaló el mar a través de la ventana—, pueden convertirse en algo nuevo.
El Día del Divorcio
La pelea final comenzó con un mensaje. Yu Hong, borracho y destrozado, apareció en Tai O exigiendo ver a Mei Ling.
—¡Es mi hija! —rugió, golpeando la puerta—. ¡No puedes robarme todo!
Hiu lo enfrentó en la entrada, su voz tan firme como en un tribunal:
—Te robaste a ti mismo, Yu Hong. Ahora vete.
Mei Ling, escondida tras las cortinas, vio cómo su padre arrojaba una botella contra la pared. Los vidrios estallaron cerca de su madre, pero Hiu no retrocedió.
—¿Crees que eres fuerte? —escupió Yu Hong—. ¡Eres solo una egoísta!
—Prefiero ser egoísta que permitir que mi hija crezca creyendo que esto —señaló los escombros— es amor.
Cuando la policía se lo llevó, Mei Ling corrió hacia su madre.
—¿Estamos… solas ahora? —preguntó, temblando.
—No —Hiu la abrazó—. Estamos libres.
La Nueva Vida
Adaptarse a Tai O fue aprender un idioma distinto. En Hong Kong, Mei Ling tenía clases de piano y amigos que hablaban de viajes a París. En el pueblo, aprendió a pescar cangrejos con Lin, una niña de su edad cuya familia llevaba generaciones tejiendo redes.
—Tu madre es valiente —dijo Lin una tarde, mientras recogían conchas—. Mi abuela dice que divorciarse aquí es como nadar contra la marea.
—¿Y qué dice tu abuela de los que nadan? —preguntó Mei Ling.
—Que son los que cambian las corrientes —respondió Lin, lanzando una piedra al mar.
Hiu, por su parte, se reinventó como abogada itinerante, ayudando a pescadores a defender sus tierras contra desarrolladores. Por las noches, enseñaba a Mei Ling sobre leyes:
—Las palabras escritas pueden proteger o destruir —decía, mostrándole una constitución manchada de té—. Por eso debes elegir las tuyas con cuidado.
"El Último Recuerdo"
La noche antes de mudarse definitivamente a Tai O, Mei Ling se coló en su antigua casa en Hong Kong. Las habitaciones estaban vacías, excepto por un pequeño armario olvidado. Dentro, encontró un music box que Yu Hong le regaló en su sexto cumpleaño. Al darle cuerda, la melodía de "La Luna Sobre el Castillo en Ruinas"sonó quebrada.
—¿Por qué lo hiciste, papá? —murmuró, abrazando el objeto—. ¿Por qué no nos elegiste?
No hubo respuesta. Sólo el eco de una pregunta que cargaría como cicatriz.
Capítulo 2 :"El Tropiezo del Destino".
El sol comenzaba a ocultarse tras las montañas que rodeaban Tai O, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y violetas. Mei Ling Wang, una joven de diecisiete años, se encontraba en la orilla del mar, observando cómo las olas rompían contra los pilotes de las casas. Su corazón anhelaba algo más que la rutina diaria de su pequeño pueblo pesquero. "¿Por qué no puedo ser como las aves que vuelan libremente?", se preguntaba mientras recogía conchas en la arena.
—¡Mei Ling! —la llamó su madre, Hiu Wang, desde la distancia—. ¡Es hora de volver a casa!
—Voy, mamá —respondió Mei Ling, guardando una concha en su bolsillo. Sabía que su madre había estado pasando por momentos difíciles desde el divorcio, y quería ser fuerte para ella. Sin embargo, la monotonía de su vida la ahogaba.
Mei Ling suspiró, dejando caer la concha que había encontrado. "Siempre hay que volver a casa", pensó. Mientras caminaba hacia su madre, su mente divagaba en pensamientos sobre la competencia de arte en la ciudad que asistiría al día siguiente. "Quizás allí encuentre la inspiración que tanto anhelo", se dijo a sí misma.
Al siguiente día el sol apenas comenzaba a pintar el cielo de tonos dorados cuando Mei Ling Wang salió de su casa, una estructura de madera sobre pilotes que crujía con el vaivén de la marea. El aroma a pescado seco y sal mezclado con el jazmín del té de su madre flotaba en el aire. Hiu Wang, con su pelo canoso recogido en un moño, le entregó un bento de bambú.
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