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El Último Baile
En el esplendor del siglo XVIII, en la corte de Versalles, se celebraba un baile de máscaras. Las luces titilaban en los candelabros de cristal, y los nobles se movían con gracia por los salones opulentos. Pero entre las risas y los giros de las faldas, había un amor prohibido que florecía en la penumbra.

La dama de la corte, Isabelle de Montmorency, era conocida por su belleza y elegancia. Su cabello oscuro caía en ondas sobre su espalda, y sus ojos verdes brillaban con una chispa de rebeldía. Pero detrás de su máscara de terciopelo, escondía un secreto: su corazón pertenecía a un misterioso desconocido.

El enigmático caballero, Étienne Rousseau, había llegado a Versalles sin anunciar su origen ni su propósito. Su traje negro contrastaba con la opulencia de la corte, y su mirada penetrante revelaba una historia oculta. Nadie sabía de dónde venía ni quién era en realidad, pero su presencia intrigaba a todos.

En el último baile de la temporada, Isabelle y Étienne se encontraron en un rincón apartado. Sus miradas se cruzaron, y el mundo desapareció a su alrededor. Él tomó su mano enguantada, y ella sintió el latido acelerado de su corazón.

“¿Quién eres?”, susurró Isabelle.

Étienne sonrió bajo su máscara. “Un hombre sin pasado ni futuro. Solo el presente importa”.

Bailaron juntos en silencio, sus cuerpos moviéndose al compás de la música. Las notas del violín parecían tejer un hechizo a su alrededor. Isabelle sentía que flotaba, que el tiempo se detenía.

“¿Por qué ocultas tu rostro?”, preguntó ella.

“Porque mi pasado está manchado”, respondió Étienne. “No puedo ofrecerte nada más que este momento”.

Isabelle sabía que su amor era imposible. Él era un enigma, y ella estaba comprometida con otro noble de la corte. Pero en ese baile de máscaras, las reglas no importaban. Sus labios se encontraron en un beso apasionado, y el mundo exterior se desvaneció.

Cuando el reloj marcó la medianoche, Étienne desapareció entre las sombras. Isabelle lo buscó desesperadamente, pero solo encontró su máscara abandonada en el suelo. El último baile había terminado, y con él, su amor prohibido.

Años después, Isabelle aún recordaba aquel encuentro. Se decía que Étienne había sido un espía o un prisionero fugitivo. Pero en su corazón, él seguía siendo el misterioso caballero que la había llevado al límite del deseo y la desesperación.

El último baile quedó grabado en la memoria de Isabelle como un sueño fugaz. A veces, en las noches de luna llena, creía ver una sombra en la distancia. Pero Étienne nunca regresó, y su amor quedó atrapado en el tiempo, como una melodía inacabada en un salón vacío.

© Roberto R. Díaz Blanco