...

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El día de los muertos.
En las sombras del ocaso, la parca, con su cálida presencia,
En el abismo del silencio, su poder se manifiesta con obediencia,
Con paso sigiloso y reverente, se acerca con respeto y temor,
A cobrar el tributo, donde la vida se somete a su rigor.

Susurra el viento lamentos en la noche sepulcral,
Donde el suspiro de la vida desvanece su brillo mortal,
En la penumbra de la existencia, el dolor es el altar,
A quienes partieron, donde el recuerdo es un misterio secular.

Las flores doradas de cempasúchil, en su resplandor austero,
Testigos mudos de lo que fue, en el recuerdo sincero,
En el altar de recuerdos, la tristeza fluye sin desespero,
Un lazo que enreda las almas en un abrazo sincero y verdadero.

En las sombras del olvido, pasado y presente se funden en oración,
Las calacas y calaveras, en su danza, revelan su devoción,
Honrando a los que cruzaron el umbral, con humildad y adoración,
El puente entre lo efímero y la eternidad, en esta solemne ocasión.

La muerte, maestra inmortal, con su abrazo eterno y serio,
Nos recuerda que la vida es un suspiro fugaz y misterio,
En el rincón del olvido, en su regazo sombrío y misterioso,
Nos confronta con la verdad de un destino inescrutable y silencioso.