Caballito galopante y sin destino,
blanco como las colinas de los Alpes;
emisario de la corte de Plutón
que domestica mentes por el camino.

Acompañas a La Muerte y sus delirios,
por tu culpa llenamos tumbas de lirios;
tiranizas las venas de los jinetes
y los sometes a un momentáneo alivio.

Mas sus ojos lóbregos te contradicen,
sobre tu hipnótico veneno pivotan
las dóciles mentes que conviertes en reos;
dañan a sus familias por cabalgarte.

Pues la prohibida manzana de Adán eres,
las calles en estantigua las conviertes;
caballito galopante y sin destino,
sobre tu montura cabalga la muerte.


© Silvano Dixon