...

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Inspiración
Ahora mismo,
quién sabe
puede ser
que por un error de siglos
creo ver surgir la inspiración como una isla.
Es una espuma azul que hierve
Y se cristaliza en mi cabeza.

Pasé días
con los ojos
bajo el insoportable parpadeo del Sol
atisbando en el cielo una señal,
tal vez la sombra de un eclipse o
una fisura en el rostro del planeta. Algo con qué
descifrar las sílabas dispersas
de un código perdido que me permitiese
leer la médula de mi costado invisible.
Pero solo descubría variaciones de humo,
Retazos de tinieblas
Meteoros innombrables
que me cortaban la visión
con un infinito batir de puertas


Y me sorprendieron las noches
fortificado en la clausura de la piel,
escarbando como un topo en la sangre.
Removiendo huesos y lápidas
en busca de un talismán que me guiara
al sitio exacto donde fue enterrado
mi verbo aún sin formular.
Me preguntaba en qué corriente perdida
estarían las voces de mi ser
por manifestarse?
Cómo atajar el signo de mi silencio
a la deriva?

Pero no hubo respuesta
que estallase como una constelación,
y sí numerosos fantasmas
insondables. Territorios pantanosos
donde flotaban astillas de palabras
que se disolvían en la nada.

Pero esta madrugada,
hallé, entre las nubes, una barca
que se acercó a mi ventana
con todos los sobrenaturales
fuegos encendidos. Se encandilaron
mis ojos y zumbaron mis oídos...

Tras un puñado
de fugaces estrellas,
aparecieron Calíope, la de la bella voz
y Erató, la de los tiernos amores...

Oh, hermosas musas
de blando canto, se han despertado
osadas
todas las liras del universo:
Y mis vocablos
de las cenizas
han logrado renacer!

© Roberto R. Díaz Blanco