...

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Osculo
El pecado que nos une es el deseo, un pecado que disfrutamos, cuál fruto prohibido del eden.
El castigo que recibimos es el no poder gritarlo ante el mundo.
El deseo nos consume y un cuarto caluroso nuestro confidente.
Nuestros cuerpos hablan y se expresan lo que sienten.
Aquel pecado que nuestras bocas callan con unos besos.
Pero sabes que hacemos todo sin ser nada nos vuelve amantes.
Ser amantes del deseo, ser debiles ante lo carnal.
Tanto amor transformado en actos físicos
cuál único propósito es sentirnos llenos de satisfacción.
Más aún sabiendo que es prohibido.
Tal vez esa es la chispa que mantiene todo.
Un simple abrazo me dice que necesitas de mi tanto como yo de ti.
Compartimos un castigo que cargaremos hasta el final.
Si la muerte fuese el castigo estoy dispuesto a aceptarlo con tal de seguir deleitandome con las vistas más hermosas que jamás ví.
Un cuerpo tallado a la perfección
Y cada parte quedó tallado en mis recuerdos.
Todo quedó como una cicatriz imposible de olvidar.
Más imposible olvidar los te quiero que dejaba marcados en tu piel con cada sutil mordida.
O tal vez más tedioso sería olvidar los besos apasionados que soltabamos.
Quisas todo ello sea el reflejo de un amor carnal, los te quiero que nos expresamos, un te quiero de posición, un te quiero de deseo.