...

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Caricias
Este poema lo comienzo
estando yo aquí, despierto,
con una mano mía y otra tuya.
Tú: desnuda como tú
Yo: desnudo como yo.

Voy a alargar caminos
con algo de dulzura
entre los dientes
y un garabato tibio
en los cabellos,
para que el poco sueño
que aún nos queda
no desaparezca.

También voy a publicar
un gran bando de palomas
desnudas
para atrasar la vida
y darte tiempo
por si has perdido tus límites.
Recorreremos juntos
el cruento laberinto
hasta alcanzar otra forma
desde el fondo,
la buscaremos, pero hacia adelante,
en el templo final de los orígenes.

Sin ti todo parece una órbita
de simulacros que resbalan,
tensión sin extensiones,
cuerpos sin presencia. Por tanto,
Hallaré un modo
de capturar tu ser y darle vuelta,
de contenerte y abrir tus ojos
como un dios sin nubes.

Serán mis caricias que penetren
en tu vientre y lo fecunden,
viajando por tu interior
como una rueda
recorriéndote al fin de punta a punta,
mujer mía y no mía,
y no se detendrán ni cuando mueras.

© Roberto R. Díaz Blanco