En una corte medieval, un trovador apasionado,
Enamorado de una doncella, su corazón cautivado.
Sus ojos como luceros, su sonrisa encantadora,
Quería escribir una canción, mas su alma inquieta llora.

Con laúd en mano, versos intentó componer,
Pero su pluma y voz no podían describir su ser.
La doncella, como un rayo de luz en la mañana,
Era un misterio que su mente no abarcaba.

Noche tras noche, la luna era testigo,
De sus esfuerzos por encontrar el verso amigo.
Pero las palabras...