...

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Epitafio
No hay lugar para cobardes
cuando habitas en mi mundo.
El peligro que me acecha
es ceder a la locura.

Que prendan dos velas negras
en honor a este difunto,
corona de flores secas
cuando me den sepultura.

Que cincelen mi epitafio
en una roca en la arboleda,
que se sacien los gusanos
con la piel que ya no habito.

Cubierto por hojas secas
este ataúd de madera,
y me entierren con los poemas
que ha creado este proscrito.

Que mi carne sea polvo
para volver a la nada,
y mis huesos sean recuerdos
de una vida de dolor.

Que aúllen lobos en el bosque,
el réquiem de mi manada.
Que solo llore el rocío
que humedecerá a mi flor.

© M.Aokigahara