Capitan, barco y marea
Soy como un barco en el mar, uno donde el capitán es un maldito hijo de perra, uno al cuál a pesar de ser navegante le da miedo el océano porque le tiene miedo a la turbulencia, a las tormentas y a las grandes bestias que se asoman desde las profundidades.
Soy como aquel capitán quien no sabe controlar a su tripulación y a ese loro parlanchín que le habla en su hombro con una sinceridad escandalosa que no para de decirle “las verdades” de lo aterrador que puede ser navegar.
Soy como aquel navegante que no sabe cómo leer un simple mapa, porque el mapa está en latín y en un tipo de chino con mala ortografía.
El capitán que no sabe a dónde ir ni de dónde llegó.
Soy el marinero miedoso.
Aquellas frías olas impactan desesperante mi barco, cuyo movimiento provoca que no pueda pararme en dos piernas.
Ese océano es realmente tormentoso y aterrador, tanto que ni el capitán se anima de salir de su camarote, y solo espera pasiente en el asiento de una silla rechinante. Espera, espera y espera tanto desde hace centenios que ya perdió la noción de que era lo que con tanto empeño intentaba encontrar.
El barco se unde poco a poco con el tiempo, pero no lo hace porque hay alguien que sin saber cómo, lo repara, cada grieta este pegada con algún tipo de pegamento de extraño color y consistencia, aún así no es suficiente, porque este sigue llenándose de agua, agua que es sacada a cubetasos por los diferentes tripulantes.
El capitán, los tripulantes, el barco, todos ellos, solo quieren descansar, porque están...
Soy como aquel capitán quien no sabe controlar a su tripulación y a ese loro parlanchín que le habla en su hombro con una sinceridad escandalosa que no para de decirle “las verdades” de lo aterrador que puede ser navegar.
Soy como aquel navegante que no sabe cómo leer un simple mapa, porque el mapa está en latín y en un tipo de chino con mala ortografía.
El capitán que no sabe a dónde ir ni de dónde llegó.
Soy el marinero miedoso.
Aquellas frías olas impactan desesperante mi barco, cuyo movimiento provoca que no pueda pararme en dos piernas.
Ese océano es realmente tormentoso y aterrador, tanto que ni el capitán se anima de salir de su camarote, y solo espera pasiente en el asiento de una silla rechinante. Espera, espera y espera tanto desde hace centenios que ya perdió la noción de que era lo que con tanto empeño intentaba encontrar.
El barco se unde poco a poco con el tiempo, pero no lo hace porque hay alguien que sin saber cómo, lo repara, cada grieta este pegada con algún tipo de pegamento de extraño color y consistencia, aún así no es suficiente, porque este sigue llenándose de agua, agua que es sacada a cubetasos por los diferentes tripulantes.
El capitán, los tripulantes, el barco, todos ellos, solo quieren descansar, porque están...