...

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Los campos Catalaúnicos
¿Qué bárbaro, germano, visigodo o romano,
no temiera en su ristre la lanza de Atila?
"Donde crece la hierba y espolo el caballo,
no florece el rosal ni sonríe la lila".

¿Qué dijera Valente de dejarse la vida,
con la furia salvaje a tan gran frenesí?
"Con los ojos delante y la gloria hacia arriba,
¿Venceremos al Huno?", y dijeron que sí.

Érase el azote de una llama viviente...
Érase en los altos, altos montes de Roma,
La caterva de rocas de la lid de Valente,
sobre el campo latino socavando la toma.

A trechos enjugaba no el sudor de la frente,
sino la misma sangre del magnánimo imperio.
"No dejéis el escombro ni las sombras, sirvientes"
díjoles Atila entre fuego y cencerro.

Y érase la tarde de un rojo encendido,
Cual si el cielo quisiere imitar de las almas,
El ímpetu de muerte salvaje y rendido,
Domadora en sus manos, terrible en sus armas...

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