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Enredaderas del silencio
Noche blanca,
una pequeña niña sentada en el borde de una acera,
su madre de su mano la ha soltado,
en la puerta de todos y de nadie a la vez,
escritura en el aire,
gritos en el silencio,
corre, pero sus manos están atadas,
grita, pero sus gritos están silenciados,
tal vez sean detonantes de unas lágrimas,
de una furia percibida y cohibida,
pero aún la noche denota soledad,
acompañada de la tristeza,
de una alma encerrada, atrapada, manipulada,
con otra enfurecida, dominante, manipulante.
Caería por su madre,
pero su madre nunca por ella.
Y es cuando ve la realidad,
nunca quiso ver la verdad,
y decía, pon tu mano sobre la mía y estaré ahí,
pero su madre la soltó,
y la cruda realidad le abofeteó.
Noche negra,
correr, doler, perder, que puede durar,
mientras las horas se ven pasar,
mientras no queda nadie en este lugar,
cuando sola en la habitación negra vea encerrar,
algo malo va a pasar,
miedo al oír los pasos sonar,
la madera crujir, los muebles asentir,
las voces cada vez más cerca,
por favor, no me dejes,
no sueltes mi mano en la oscuridad,
solo ven a por mí, no me dejes.
Noche en blanco y negro,
una chica se sienta en la acera,
ya no quiere caer por nadie,
pero ve las hojas pasar y caer,
lucha por mantenerse de pie,
"todo está bien",
se vuelve a repetir, cierra las ojos,
y aunque no lo está y esa es la verdad,
mentirnos es la forma más efectiva de afrontar la realidad.
Y es que nada ha cambiado,
nada puede romper su corazón,
porque fue roto hace mucho tiempo,
del recuerdo nacen las enredaderas,
de las enredaderas un silencio imperturbable,
que cuanto más crecedero se hace,
más duradero pasa por culpable.
Aún recuerdo esa noche,
cada pesadilla que estalla y no termina,
porque ni siquiera la melatonina,
ni la insulina,
pueden apagar el sentimiento de culpabilidad,
de aquella noche, de todas esas noches,
de todas las noches que quedan,
de cada grito en silencio,
y es por eso que jamás se debe de dudar,
de una persona que solo quiere afrontar la realidad,
sin decepcionar a nadie más.
Los recuerdos son enredaderas,
pero para desatarlas,
la herida han de sanarlas,
llora si tienes que llorar,
grita si tienes que gritar,
puedes salir de ese lugar,
aún te flaqueen las piernas al andar,
por el creciente de una enredadera,
que permanecerá crecedera.
Y mientras la niña mira su estancia callejera,
sabe que su único deseo es la felicidad de alguien cualquiera,
que no tiene a nadie quien la quiera,
pero él la llamo sin preguntar siquiera,
y sus lágrimas siguen a la espera,
de que algún día se acabe esta guerra,
de gritar lo que pasó esa noche,
mientras espera en la acera,
no morir en el secreto de alguien cualquiera,
que permanezca en el silencio de la enredadera.