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Sacramento
Sabrás que amas porque extrañas mi lengua profana, iniciada entre la lubricidad de rameras de todas la edades, entre la sordidez del amor comprado, entre el sanguinolento sabor de los úteros feraces que renuevan su germen infecundo, acuciados por la voluntad de vivir. Sabes que amas porque extrañas mis ojos que penetran los tuyos , y te donan mis visiones aterradoras, cómo la avispa que pone sus huevecillos en el cuerpo de su víctima, asegurándose de que viva para que done su fuerza y sus entrañas a las nuevas criaturas.
Sabrás que amas porque extrañas mis labios procaces que te besan y te manchan, te marcan como un hierro candente con la señal de mi amor perverso, que te delata ante la mirada perspicaz y acusadora de tu madre y ante los celos miedosos de tu esposo.
Sabrás que amas, porque extrañas mis manos que te atrapan violentamente como la sierpe antigua y te arrastran al bosque o a un rincón oscuro, y presa de esa extraña amalgama de terror placer, te tornas dócil a mis deseos más corrosivos y viciosos.
Sabrás que amas porque has comulgado devotamente del seminal cáliz que, con sacerdotales manos, te ofrezco al final de mis liturgias peligrosas.


© Mauricio Arias correa