No quiero tu amor.

No quiero que nadie me amé.

No después de vivir en esa manera tan enferma de amar, la jaula de cerradura oxidada y rechinante de ser, el cruel terror de las noches y los anhelantes deseos de salir de ahí.

No quiero ese veneno que me asfixia y me mata con cada segundo de vida que me queda, no quiero tu ruido atormecedor de decirme a la cara que nadie más que tú puede amarme.

No quiero ver esos ojos ciegos de mi miedo y mi terror al gritarme sin control el como yo arruinó lo que tú quieres contruir sobre mi no consentimiento.

No quiero que susurres fuertes gritos de empatía estudiada por tu experiencia.

No quiero ver el monstruo abrupto que aparece cada noche al irse el sol, el monstruo que se esconde en mi clóset y que nadie más que yo puede ver.

No quiero despertar en llantos de agonía en el hoyo profundo de la insertidumbre del dolor que me llegarás a causar.

No quiero pasar por la cueva del panico desgarrador de cuerpo tremulante y pasos chuecos, donde cada avance es igual a dos retrocesos multiplicado por moretones en caídas.

No quiero respirar el gas embriagante de olor a sangre convinado con el asqueroso olor del alcohol tras tus días oscuros.

No quiero que me toques, no quiero que te acerques, no quiero que me hables, no te quiero.

No te quiero.
© Jenny Cadez