En el silencio de sus ojos habita una sosegada ternura
Dicen que la ternura tiene cierta semejanza con el asombro más lívido de la existencia. Dicen, de igual forma, que la ternura es como un corazón empozado en un sueño o como un rastro muy profundo e indeleble de vida. Dicen que ella se encuentra, además, en cada brizna de yerba o en cada hoja de otoño que surca los insospechados y oníricos universos del aire. Pues bien, en lo que atañe a tales figuraciones sobre la ternura, hemos de decir que aquel pequeño gato gris que se ha escapado de su casa en la mañana, está acostumbrado desde hace mucho tiempo atrás a contemplar dicha manifestación de afecto en sus más laberínticas e insospechadas facetas. Claro, en la dulce insalivación de las texturas de la vida, la luz que se filtra entre las ramas de los árboles bajo las cuales nuestro querido gato gris pasea, baila un dulce, repentino y encantador vals. Un vals en donde tremolan misticidades diversas y la metafísica y distintiva incoherencia de un infinito piélago...