Que fuertes tus perturbaciones,
tus algoritmos sin mímica,
tus murmullos febriles,
la consecuencia de tus adioses sin éxito,
y que fuertes todos tus recuerdos, de ti, sin mi.

El mas fuerte de mis pecados, tu postergación venigloriosa, el perdón y el olvido que no vienen al caso, y el caso es que este es un mundo donde ya no estás, por eso mismo las perturbaciones, las ecuaciones prolijas con formulas que lastiman, que se pierden y se contradicen, que se suman, que se restan, pero nunca elevan el regreso de tu existencia a la máxima potencia.

A veces en la noche caes en mis sueños, te resbalas por mi pecho, me abordas, y con la voz baja me cuentas tus secretos, tus anécdotas lejos de nuestro lecho, y luego, sin más te marchas, como un ave de espanto que vuela alto para no chocar contra los lamentos de una vida lejos uno del otro. Si pues, dormir contigo, se parece un poco a una despedida, donde dices, adiós y hasta pronto, hasta otra vida, y cuando despierto del sueño increiblemente te siento, y ahí comienza nuevamente la bienvenida, ese precioso cosquilleo masoquista, añorando que el mundo me devuelva tu mágica presencia.

Que Fuertes tus perturbaciones, tus caricias precisas, tus cabellos blancos inoxidables, la paciencia de tu regreso algún día, y que fuerte tú y todos tus recuerdos, hasta siempre querida, hasta siempre mi niña...
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