...

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Al despertar ya no había jardín
Al despertar ya no había jardín
los aromas de tu presencia, al alba,
se habían entrelazado
con las huellas en el espejo;
no quedaba rastro de nada,
ni de las lluvias de fervor
que saturaron el espíritu,
ni de aquella humedad
que emanaba como un torrente
y colmaba de eternidad
esa inmersión hasta la médula
del éxtasis reservado
para recobrar la conciencia
cuando degustamos un testamento
de unión inquebrantable.
© Alsajo