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El desencanto en un acto
Los jóvenes— Poeta, tu que vives tu vida por los márgenes del mundo y desde allí lo oteas, háblanos de algo que nos es oscuro, pues preguntamos a los filósofos y a los teólogos, y en tanta palabra nada nos dijeron.

El poeta— ¿Que es aquello?

Los jovenes— La libertad, poeta.

El poeta (levantando su brazo y señalando al cielo)— ”La verdad os hará libres" dijo un loco que terminó sus días clavado a un madero. Esas marihuanadas platónicas yo no las creo. No quiero alas, ni surcar los cielos. Mis manos no buscan asir esas ideas vaporosas por las que los hombres han muerto. Fantasmagorías desvanecidas entre las cuchilladas y el humo de la pólvora, entre el olor a mierda y la sangre pegajosa, entre los ayes de las viudas y el llanto de los huérfanos.

Los jóvenes — Y el amor, poeta, con su infinita y misteriosa fuerza, ¿no nos hará libres?

El poeta — Pierde su albedrío quien se rinde al insano amor. Cede todo su terreno. Su historia es el perpetuo horror al abandono, al desamparo, sin advertir su ruina viviendo la vida por otro. El amor es solo otro nombre dado a la mezquindad y a la tiranía.

Los jóvenes — Nos desalientas, poeta. ¿No hay esperanza de libertad?

El poeta — La hay. Envés de hacerse amantes, háganse amigos, la amistad es perpetua aún si deben separarse y a cada encuentro harán una fiesta. O bien, pueden hacerse poetas, y entregarse a sus versos con todo su denuedo, aún a sabiendas que por eso, morirán de hambre o de frío.

Los jóvenes (entre ellos) — Es preso del delirio. Éste está más loco que los otros.

© Mauricio Arias correa