Horas de felicidad
Son latidos, y no una simple brisa, aquella intensa fluidez de claridades prohibidas que transcurre en la mirada de aquellos dos amantes, en su mística epifanía de pupilas alucinadas tras sentir el sabor del amor. Son murmullos que se tiñen de embrujo y ternura y que desatan las amarras del tiempo bajo el dulce y tierno zureo de las aves en el tejado, mientras ambos hablan de cosas cotidianas, del día a día, de las cosas que saben cocinar o de los viajes que harán ambos en el...