Pasos al exilio
En la penumbra del crepúsculo, el reino se sumía en un torbellino de conflictos y desesperación. La princesa, desterrada por la mano injusta de su propio hermano, se vio obligada a abandonar las torres que alguna vez la alzaron como suya. A su alrededor, la muchedumbre, en un coro estridente de desprecio, lanzaba proyectiles de odio en forma de piedras y palabras afiladas como dagas.
En ese turbio escenario, el caballero, fiel a su juramento de protegerla, se convirtió en su escudo humano. Sin pronunciar palabra, se interpuso entre el furioso aluvión y la princesa, recibiendo sobre su armadura las afrentas que buscaban herir el alma de la noble dama. Cada piedra, cada insulto, resonaba como un eco lúgubre...
En ese turbio escenario, el caballero, fiel a su juramento de protegerla, se convirtió en su escudo humano. Sin pronunciar palabra, se interpuso entre el furioso aluvión y la princesa, recibiendo sobre su armadura las afrentas que buscaban herir el alma de la noble dama. Cada piedra, cada insulto, resonaba como un eco lúgubre...