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Mi Viejita, mi querida compañera

Lo que sea que cueste,
para que siempre estés cerca, viejita
porque,...
Yo conozco hasta el sonido de tus pasos,
la cadencia suave o agitada de tu respirar,
ya sea que estes triste por cosas de los hijos
o exaltada por la incertidumbre o el temor.
Te conozco tan bien, que vivo en tu latir,
en tus suspiros y en tus lágrimas,
en tus largas penas y en tu risa.
Fíjate bien,
que eso lo hicieron posible
todos estos largos años, a tu lado,
de la mano, o tras de ti, paso a paso,
por los caminos de la vida,
de la incertidumbre del finito tiempo,
por los hijos y los nietos,
por las nueras y los yernos,
por nuestros ya ídos padres,
o por nosotros y de ellos sus nonos y abuelos,
por los que ya no están, muertos o ausentes,
es que se fueron con sus propias historias,
y de los amados que aún quedan,
estamos con sus vidas, con sus "tal vez"
con sus "ojalás", con sus "quizás"
con sus ruegos y sus oraciones,
sus éxitos, sus fracasos y sus masomenos.
Por eso, no te alejes de mi lado, viejita,
me angustia, si no puedo contar tus pasos,
cuando resuenan lentos, apurados o urgentes,
en el sordo eco de pasadizos y habitaciones,
o junto a la dura lejanía,
de tus escasos "ya regreso" o "ya vuelvo".
Quiero creer, que tú bienamada presencia,
solo son, tus mal disimuladas esperas,
por mi, por ellos y por todos,
por el ojalá, por el quizás, por el tal vez,
por la esperanza, por la paz y el remanso,
con tus, para ti, inquebrantables aliados:
tu desoída fe, y la a veces inútil esperanza,
que en la diaria y difícil batalla se enfrentan,
al
infinito valor de tu inmenso amor y coraje.