...

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La tristeza y yo
Doce campanadas sustituyeron
el tic tac del reloj, se hizo eterno
el tiempo, pero a la vez tan corto.

De un trueno, preludio de lluvia,
descendieron miles de lágrimas
para juntarse a jugar con las mías.

De entre la neblina, oscuras nubes
que cubren el sol y la luna, se dejó
ver una estrella; tan cansada, tan opaca.

De las diez mariposas que jugaban
en mi jardín, solo quedaron dos;
tan solas, tan hambrientas.

Del azul del cielo, solo quedó un
recuerdo; un verano que hechizó
mi corazón y se llevó mi atención.

De aquellos besos bajo un árbol,
de aquellas caricias en la jardinera,
solo queda la sensación de un frío vacío.

De la poesía que escribí, quedan las
cenizas de las cartas que un día
con una sonrisa recibí.

De díez promesas quedan miles
de mentiras, que se clavan como
espinas; y duelen, y sangran.

De los te amo que un día llegué a
decir, queda el silencio y el arrepentimiento; dulce abrazo de tristeza.

De lo que un día fue amor, se volvió
dolor, se terminó la felicidad y llegó el
llanto; y así acabó, todo se acabó.

© Alina Arias