En un pequeño pueblo rodeado de bosques y lagunas, cerca del vasto océano Atlántico, vivía una joven llamada Luna. Tenía 15 años, y su belleza era inigualable. Su cabello largo y blanco brillaba como la luz de la luna, y sus ojos eran tan azules como el mar.

Luna era hija de una campesina humilde llamada Sofía, quien vivía en una pequeña cabaña en el corazón del bosque. Sofía había encontrado a Luna en una canasta abandonada cerca de la laguna, cuando era solo una recién nacida. Junto a ella, había una nota que decía:

“Nuestra hija es un deseo que te hemos escuchado pedir en la orilla. Jamás podrás ser madre, recuerda siempre de dónde proviene ella. Hemos hecho un acto de amor al escucharte pedir con lágrimas, dándote la siendo nuestra princesa. Cuida bien de nuestra princesa.”

Sofía, que nunca había podido tener hijos, consideró a Luna un regalo divino. La crió con amor y dedicación, enseñándole a respetar la naturaleza y a vivir en armonía con el bosque y la laguna.

Los habitantes del pueblo se maravillaban con la belleza de Luna y...