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Las Bellas Rosas;
Rosas de arcoiris, que deleitan con sus pétalos la tibieza de mi triste alma, alegremen el corazón con su fugados colores.

A ustedes que pueden tener la frangancia más deseadas, deleitadas por las bellas damas.

Regalen un pulcro latido, que no lo devoré mis penas y sane mis lágrimas, para nunca fallecer en la desgracia que le espera a mi corazón.

Diminutas rosas que florecen con los rayos
del sol, entre rocíos de la lluvia se apagan
por un instante, entre las gotas que caen
en su agradable belleza.

Desnudos tallos, que crecen espinosos y tan secos como punzante, hieren al campestre que aprecia sus botones al alba naciente de sus elegantes vidas.

Dejen que su vista aprecie, una y otra vez sus botones al nacer.

Tristemente nacen y mueren
al final del ciclo de vida.

La sombra borran sus colores tricolores, la firmesa de sus hojas, entristeciendo sus tallos, deborados por el frío intenso, disecante resultan sus figuras tan duras.

Al instante de los largos días termina tan turbios la agonía más adsuda, que acaba con sus vidas más puras convirtiendo todo a su paso
en una locura fallecida.

Pequeñas rosas al parecer se secan sin saber que guardan la tristeza, su alma agoniza ante mi vista y sin poder salvar que puede ser ese ciclo natural.

© Eduardo Guzmán