Soy un vándalo, del mismo origen del que nacen mis reproches,
nace mi voluntad que me incita a cuestionarlos,
cada día repaso mis efigies esmerado,
de ahí donde viene el llanto viene mi responsabilidad a su impacto.

Ya no escribo apresurado sobre mi odio inefable,
sigue siendo inherente a mi consciencia,
pero no autorizo que su ego haga alarde,
ante la soberbia de mi trono se denota su impotencia.

Que mis angustias ahora son otras es evidente,
el amor, la tristeza y sus afinidades son resilientes,
requiero de destreza para expresar, por consiguiente,
su musitar remanente de manera vehemente.

Habiendo traducido, entonces, sus murmullos finalmente,
podré estar en paz sabiendo lo que en mi interior acontece,
mis ojeras son las pruebas de tantas noches en vela siendo consecuente,
ellas hablan sobre todas las batallas que en mi interior florecen.
© Amarus