Tu fomentas mi necesidad, y entre lagrimas tatuadas pido a gritos inexistentes tus tibios brazos alrededor de mi alma. El frio que lentamente se apodera del todo, me deja vacío. Y entre risas me pides que no vuelva a desaparecer.

Sutilmente la oscuridad lo arrastra todo, sutilmente mis ansias por respirar desaparecen, sutilmente mis esperanzas se desvanecen. Y pienso, y cuento, y espero. Le hago frente a la vida como si no me asustara. Pero tu tomas mi mano. Tu suave y aterciopelada mano se entrelaza con la mía cual enredadera, llenando el vacío entre mis dedos, como el vacío en el que se hallaba mi esperanza.

Siento tu suave aliento en mi cuello en esta tarde de invierno, mientras tu café se enfría. Juego con tu cabello, y prometes nunca dejarme. La tristeza no es necesariamente la ausencia de la risa; pero en ese instante, las risas sobraron. Me hacías sentir tan pequeña y protegida, y a la vez tan grande y especial.

Tus ojos, preciosos como el cielo. Tu mirada, eterna como el mar. Parecías examinar cada partícula de mi ser, brindándome todo aquello que tanto anhele. Tu sonrisa, aquello por lo que vivía, me la dedicaste infinidades de veces.

Por un instante, el tiempo se volvió irrelevante. El otoño había pasado y las hojas no volverían a caer. Pintaste de color mi mañana, cuando para mí ni siquiera importaba.

Colmaste de sonrisas mi alma dejándola en calma. Tus manos en mi espalda, en mi pierna y cintura; calentaron hasta mi más fría Antártida. Y mi llanto ceso. Dejare de vivir por oxígeno gratis, comenzaré a vivir por el fervor de tus manos.

© Angelica(L) Disaster