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#26: LETTERS
Hay palabras que ahogan, que se atoran entre páginas y una garganta con voz ronca.
Ojos febriles de tanto llanto.
Palabras temblorosas, molestas, rabiosas.
Las escribo porque en ellas encuentro mi refugio.
Las enaltezco porque ellas envuelven mi ser.
Aborrecer el silencio que se usa como herramienta de castigo es una lucha continua.
Siento que gano en la reconstrucción de mi ciudad interna.
Siento la pérdida de aquellos a los que guardaba un ápice de afecto.
Pero las letras también sirven para esto.
Cartas que cuentan una historia cruda de una vida buscando ser auténtica.
No por ego, no por premios.
Sino por la mera convicción de sentir que este es el sendero que pretendo vivir.
Si fuera el caso de quedarme completamente sola, me gustaría tener la paz de que mis esfuerzos me trajeron hasta aquí.
Con una brisa suavizando las mejillas bañadas en salina.
Que pudiera decir que no me avergüenza ser de esta manera.
Un ser sentipensante que siempre va un escalón más allá.
Porque creo que todo requiere un poco de palabras.
Los actos que sean contados por ellas.
Los vaivenes del paso de lo intangible a lo visible.
Escribo cartas sin detenerme a pensar cuánto falta para que se termine el hilo de vida del carrete.
Esculpo la esencia que habita en mi corazón a través de ellas, las palabras más honestas.
Y aquí siempre me doy cuenta aquello que quiero ser, lo que fuí, lo que soy y lo que seré después.
A pesar de que el silencio muchas veces se disfrace de puñal y se incruste muy a fondo.
Podrán herirme millones de rostros.
Podrán ignorarme y correrme el rostro.
Se olvidarán de quién soy.
Seré villana y malvada en historias mal contadas.
Y sé que lloraré amargamente por algunos.
Pero también sé que me repondré mucho más fuerte y valiente.
Porque solo perdemos si nos sometemos a un chantaje emocional.
Perderemos si ocultamos lo que somos en realidad.
No quisiera vivir a la sombra de las órdenes u el qué dirán.
Por eso, las palabras se lanzan a ser cartas que se arrojan al océano como un mapa del tesoro naufragando en un océano.
Pero sé que llegarán a tierra firme.
A madurar el fruto del esfuerzo de quien rompe preceptos.

© Emilia R.B