Los uroboros,

privados están, de hacerse el amor.

No pueden dar, carecen;

o recibir, no sienten.

Se engullen a si mismos,

en el ciclo interminable

de lo que nace para morir,

y muere para nacer...

empero, nunca ser.

Nefasto como su poema naciente.

el primero probablemente;

al que adorné de cocuyos

con mi iris de milagro.

imperdonable gramaticalmente,

ortografía decadente,

repetitiva y ensimismada manifestación.

Y qué le diere yo

no menos que mi mejor versión,

nefasto el instinto,

pero peor el error.

Y que me mirase al espejo,

buscando las razones de sus silencios,

siendo su rostro más que raro, yerto,

como su cuerpo, tan lleno de defectos,

tan desamado por su propio ego,

tanto que permanece escondido,

la mayoría del tiempo...

y cuando recuerdo, que...