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#21: SILENCIO
Cervatillo herido abrazando sus rodillas.
Camiseta crema y cabello despeinado.
Te sorbes las lágrimas pero no puedes ponerte de pie.
El dolor es más fuerte, tus párpados calientes.
Corazón resquebrajado en millones de pedacitos, astillas de vidrio.
Y hay un silencio que ensordece.
Brama fuerte desde la habitación blanco estéril.
Tu cabeza, un ovillo de preguntas que no se puede desenredar.
Tironeas hilos en busca de algo que pueda ordenarte.
Pero no pasa, no te mueves de allí.
Hay una puerta detrás tuyo que permanece cerrada.
Como un paraíso al cual no perteneces.
¿Es el infierno donde estás encerrada?
Nadie te abraza, nadie te quiere.
¿Cuántas veces has escuchado que eres difícil?
¿Cuántas veces se han rendido de quererte?
¿Cuán fácil se ha vuelto el silencio como arma punzante que se incrusta profundo en el centro de tu pecho?
¿Cuántas veces necesitaste un anhelo para seguir viviendo?
Y el dolor nunca se marcha con sus maletas.
Siempre deja un poco de su rastro.
Se termina sentando en el suelo al lado tuyo.
Te abraza gélido como si la muerte de los sentimientos buenos es lo único certero.
Y te veo allí, niña de ojos apagados.
Tus facciones son el resultado de la desilusión.
Del cansancio de ganar muchas guerras en solitario.
De que te usen y claven puñales enemigos que antes eran llamados "amigos".
Incluso, en tu familia hay aves de rapiña que de tanto en tanto, te pellizcan la carne.
Ya no crees en que lo bueno te pase.
No quieres encariñarte y contar tu historia a rostros que luego se marcharán.
Niña pequeña, guardas el dulzor de la inocencia para aquellas cosas que enjugan tus ojos en el silencio que encuentras cuando miras el cielo.
Suspiras, suspiras profundo.
Porque no entiendes la razón de que tu vida sea lo que fue y lo que es.
El futuro dista mucho y no crees que algo bueno se quede a tu lado.
Ni tu padre sabe quererte.
Ni el amor supo ser bueno.
¿Qué podrías esperar, entonces?
Y te dispones a que el corazón se endurezca.
Aún hay silencio.
Inevitablemente, te regresaron a una jaula.
Una jaula más fuerte.
Aquella que reconoces dentro de tu mente.

© Emilia R.B