...

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IIIII. Final (Renacer entre las constelaciones).

Renacer de las Sombras.

He soñado con el fin de un ciclo,
donde las nubes ya no susurran despertar,
y el viento ya no muerde mi piel.
Mis pies, que antes sangraban en el pavimento,
ahora caminan firmes sobre la tierra,
llevando cicatrices que el tiempo no borra,
pero que ya no me pesan.

Tus manos, que arrancaron mis ojos,
han perdido su fuerza sobre mi alma,
y el collar de mis lágrimas gastadas
se ha roto en mil pedazos,
esparciendo los ecos de nuestros silencios
por un universo que ya no nos pertenece.

He dejado atrás las sogas de rosas,
las cadenas que me arrastraban hacia ti,
y los besos que alguna vez anhelé robar.
Ahora, las estrellas ya no giran en tus pupilas,
y la galaxia que habías sido para mí
se convierte en un cometa distante,
que se desvanece en la oscuridad.

Soy de mí, finalmente,
y el eco de tu voz se disipa en el viento,
dejando un vacío que he llenado
con las flores que vuelven a brotar en mi pecho.
Los árboles, que una vez me observaban en silencio,
ahora me susurran nuevas promesas,
y entre las hojas siento la vida que renace.

Ya no soy la sombra de tu sol,
sino la luna que resplandece por sí sola,
liberada de la penumbra y del miedo.
Ahora, mis pasos son míos,
mi aliento es mío,
y el reflejo en el espejo
me muestra a mí, viva y despierta.

Y aunque en mis venas todavía corra el recuerdo,
no hay más cadenas,
no hay más sueños rotos en la penumbra,
sólo un cielo abierto,
donde cada estrella dibuja un destino nuevo,
y mi alma, que antes fue esclava de un deseo,
vuelve a volar entre las constelaciones,
libre, eterna, y más fuerte que antes.
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