...

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Respira
En el silencio de la madrugada, cuando las estrellas aún titilan y el mundo parece detenerse, encuentro mi refugio. La brisa fresca acaricia mi piel, y cierro los ojos para escuchar el susurro del viento entre las hojas de los árboles.

Respiro profundamente, inhalando la esencia de la noche. Cada aliento es un recordatorio de mi existencia, un vínculo con todo lo que me rodea. Las preocupaciones del día se desvanecen, y solo queda la quietud, la conexión con lo etéreo.

Las luces de la ciudad parpadean a lo lejos, como pequeñas luciérnagas atrapadas en una red de cables y edificios. Pero aquí, en este instante, soy libre. Mi mente se despeja, y mis pensamientos se disuelven en el éter.

Respiro, y siento cómo mi cuerpo se expande, cómo mi alma se eleva. No hay prisas, no hay expectativas. Solo el ritmo constante de mi respiración, como un mantra que me ancla al presente.

En este momento, soy parte del cosmos. Las estrellas me observan desde su lejanía, y yo les devuelvo la mirada. Somos polvo de estrellas, compartiendo el mismo aliento, la misma energía.

Respira, me digo una y otra vez. Porque en cada exhalación, libero lo que ya no necesito. Dejo ir las cargas, las dudas, los miedos. Y en cada inhalación, atraigo la vida, la esperanza, la posibilidad.

La noche sigue su curso, y yo también. Pero ahora sé que siempre puedo volver a este lugar, a este espacio donde todo se aquiet
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