¿Y ahora qué? Hoy tengo una línea roja más en mi lista de tareas. El objetivo cumplido no importa si no es tan relevante como para poder celebrarlo; sin embargo, empiezo a sospechar que quizá ninguno lo sea. Puede que esté condenada a tachar tareas de esta maldita lista que no deja de crecer y crecer eternamente; pero estoy cansada de escribir objetivos que voy a ser incapaz de cumplir... ¿En qué momento uno pasa de ser inquieto a ambicioso? ¿Sería capaz de llegar a algún lado con tal de conseguir algo que ni siquiera tengo claro si quiero? ¿Y por qué lo querría? ¿Acaso me lo merezco? ¿Soy tan inteligente, buena, amable y polifacética como para merecerlo? ¿Y ahora qué? ¿Es que todo este esfuerzo no ha servido para absolutamente nada si no descubro qué deseo? ¿Debería tenerlo claro, o tengo cierto derecho a la duda? Hoy, después de mucho tiempo caminando, por fin tengo un océano inmenso antes mis ojos, lleno de posibilidades; sin embargo, en lugar de paz, lo único que siento es que abruma. Y ahora tengo claro que el futuro está muy lejos de ser una sensación emocionante o alegre; es algo tan negro como aterrador, y las únicas opciones que existen cuando te cruzas con él, son lanzarse o quedarse atrás.
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