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Miradas y designios
Las hojas más verdes de las plantas coqueteaban un poco con la brisa mansa y desprevenida. Entretanto, en la hipnótica inmovilidad de una jornada de brisa ligera, y de un ambiente con hojas sumamente verdes y apelmazadas de humedad, dos miradas, y dos designios, esperaban el segundo exacto para cruzarse. A la par, yo, por mi parte, me mostraba bastante interesado en saber una cosa. Quería saber el nombre de aquella chica que estaba junto a mí, apoyada en una baranda, contemplativa y observando desde un tercer piso todo el entorno hacia abajo. Y bueno, se lo pregunté. Había qué. Y como resultado de aquella pregunta, nuestras miradas, y también los designios, se cruzaron. La forma de ser de aquella chica era...