Escribir es un acto de amor, vital como respirar, una forma de sacar el alma a pasear. Cuando el pecho se llena de palabras no dichas, palabras mudas, escondidas. Cuando el corazón estalla en frases no escritas.

Es un abrazo de tinta, un grito blanco, una necesidad urgente, constante, latente. Porque el alma que calla se convierte en tormenta, y el silencio, mi amor, es quien más nos atormenta.

Escribir es desatar la marea interior, soltar la bestia, dejar que las olas arrastren el dolor, es vaciarse del peso que arrastra el suspiro, y transformar el sentir en un leve respiro. Sentirse un poco menos muertos, un poco más vivos.

Es una tabla en medio del naufragio, un faro en la oscuridad de este presagio. Es gritar sin voz, llorar sin lágrimas, y en cada palabra, sanar nuestras ánimas. Darle consuelo al de ayer, y ánimo al de mañana.

Porque guardar lo que sentimos es morir un poco, es quemarse por dentro en un fuego loco, cuando buscamos cordura. Escribir es la cura, la herida y el alivio, el acto de amarte y salvarme a mí mismo.

Y así, entre letras, me encuentro desnudo, libero lo que en mi pecho era mudo. Escribir, amor mío, no es más que confesar que el alma se ahoga si no aprende a hablar.


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