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La batalla de Cuarte
En campos de Valencia,
brilla el sol dorado,
se alza el Cid Campeador,
con su ejercito armado.
Las huestes se preparan,
el clarín resuena,
la lucha se avecina,
con furia que envenena.

Desde el lejano sur,
Musulmanes enfurecidos,
pretenden conquistar
los muros bien defendidos.
A multitud se lanzan,
con gritos desafiantes,
pero el Cid se yergue firme,
El honor es su estandarte.

“¡Valencia es nuestra!”
clama a voz de trueno y llama,
“¡Defenderemos este suelo,
no hay fuerza que nos desarma!”
Sus guerreros le siguen,
en fila y sin temor,
cada paso es firme,
cada golpe es con valor.

Las espadas resplandecen,
en la luz del noble día,
plantan cara al enemigo
con ardiente valentía.
Los sartacenos se abalanzan,
cual torrente fluir impío,
mas el Cid los enfrentaba,
con brazo recto de brío.

El choque es brutal,
la sangre tiñe el suelo,
mas el Cid siempre imparable,
guía a sus hombres con anhelo.
Estrategia ingeniosa,
ejecutó trampa mortal,
envolviendo al enemigo,
en un abrazo letal.

La lucha se prolonga,
en un cruento lamento,
cada golpe es un canto,
de su feroz juramento.
El Cid grita órdenes,
sus hombres no flaquean,
y los arabes retroceden,
sus fuerzas se tambalean.

Por fin el sol se oculta,
tras un manto sangriento,
la victoria se alza,
como un justo monumento.
Los enemigos son vencidos,
huyen en desbandada,
Valencia permanece,
siempre en libertad sagrada.

El Cid en su corcel,
contempla ese campo heroico,
su figura ya es leyenda,
en un canto de lo estoico.
Sus hombres le aclaman,
Rodrigo héroe sin igual,
que con bravura y astucia,
escribió su gran final.

Así quedó Valencia,
libre y majestuosa,
gracias al Cid Campeador,
en su lucha tan gloriosa.
Su memoria se recuerda,
en tiempos venideros,
de la Batalla de Cuarte,
y sus héroes verdaderos.

© M.Aokigahara