...

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Desarmándome.
Escupo oscuro y el sabor es metálico.

No insinues que estoy loco, la paranoia me consume el alma y no sé si estoy vivo o vago como otro idiota.

Anoche el hacha me mordió la mano, cuando tan solo pude sentir alivio ante tanta agonía.

Me doy asco.

El mañana está a la vuelta de la esquina y la piel me arde.
Arranqué mi palidez del rostro como si se tratara de una mascarilla.

Quise saludar a mi vecino por la ventana pero, recordé que no tenía mi mano.

Mi cerebro da tantas vueltas que solo tengo impulsos de deteriorarme.

Esta casa es un desastre de rojo.

¿Cómo soy capaz de sonreír sin la asquerosa extensa capa que cubre mi carne?

Siento un salpullido en mi sucio torso y me lleno de tatuajes que arden, hecho por mis uñas.

La luna me susurró que me escondiera de los médicos si quería librarme de mis asquerosas extensiones.

Duele, arde, quema, y lloro como bebé en cuna por mi cerebro perdido.

Soy un estúpido adicto a mi dolor, lo siguiente será extirpar mi corazón.

Mis pies me abandonaron hace tiempo, y me siento como una galleta de jengibre que se dejó fluir por la leche tibia en la taza.

Cada latido en mi grita libertad, la única mano que me queda cumplirá mi deseo de evitar el mañana.

Llegué a oír mis ojos caer en el plato que dejé en frente de mí.

Sabían a mierda. Espero que mi corazón tenga mejor gusto.


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