Una pintura rosácea tiñe el firmamento.
Vívidas tonalidades; reflejos de otros mundos,
de otros tiempos, de otras existencias
se desangran en la senda del carro áurico:
entre tanto la penumbra se sacia, inconmensurable.
Vívidos recuerdos de otros tiempos;
de otros ocasos, de otros declives
surgen del bello y mutilado firmamento.
Vívidas visiones de tiempos beatos
impregnan los ojos reflejantes de luz decadente;
recuerdos de lo perdido y lo jamás recuperado.
© Angelo Chacón