...

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La fila del sùper
La verdad hoy fue todo un escape.

Llegué a un lugar donde siempre me sentaba porque me recordaba lo lindo del amor.
Ese amor que idealizas hasta la estupidez tal en la que un árbol o un ser inanimado te hace recordar que alguna vez esa sensación se te hizo dulce y pudiste vibrar al son del mundo.
O por lo menos te sentías lo suficientemente involucrado como para que eso pase en segundo plano.
(Como cuando tenés todas las aplicaciones abiertas en el celular y no te anda nada.
¿Te acordas porque?
¡Porque te olvidaste y estas en la caja de un súper con 20 personas a punto de acribillarte por 15 segundos de su vida, a sabiendas que la mayor parte de esos quince segundos son sus últimos quince años y está tirada en la basura desde antes que estuviese en la misma fila que vos, pero bueno. Ese es otro asunto).
En fin, yo sentado ahí como esperando que llegase ese saborcito de calor mentiroso, que me decía que todo estaba forjado por un destino en el que me mentía para creer.
Como dormirse al sol… Por ponerle un ejemplo.
La verdad no sé ni para que escribo esto o quizá sí.
Trato de entrelazar los agridulces momentos de este hoy que a veces no me deja dormir, que me preocupa de mas por cosas que no puedo solucionar y sobre todo por ese amor que todavía no puedo digerir mirando un árbol, tratando de entender cómo se fue todo tan al carajo.
Debe ser eso, la digestión del amor lo que me hace ruido.
El ensañamiento de seguir creyendo que vamos a aprender a amar como si fuésemos parte de un personaje que “ama sano” “come sano” y sobre todo:
Está muerto en vida mientras vos te derrumbas para que lo de ustedes no se termine, comiendo una ensalada light lleno de gente que odias.

¡LA SINCERIDAD TRADUCE LO ABSOLUSTISTA DE LO NORMAL!

(¡No te lastimes!)
La normalidad en forma...