El Sacrificio en la cruz
En el silencio de la colina, bajo un cielo plomizo, el Hijo del Hombre caminaba. Sus pies descalzos se hundían en la tierra reseca, y su mirada traspasaba el velo del tiempo. Sabía lo que le esperaba: la cruz, la agonía, el abandono.
Las espinas se enredaban en su frente, como hilos de sangre y dolor. Los clavos perforarían sus manos y pies, y el madero se alzaría como un símbolo de redención. Pero él no retrocedía. Su amor por la humanidad era más fuerte que cualquier tormento.
Los soldados se burlaban, los espectadores murmuraban. ¿Quién era este hombre, este Nazareno,...
Las espinas se enredaban en su frente, como hilos de sangre y dolor. Los clavos perforarían sus manos y pies, y el madero se alzaría como un símbolo de redención. Pero él no retrocedía. Su amor por la humanidad era más fuerte que cualquier tormento.
Los soldados se burlaban, los espectadores murmuraban. ¿Quién era este hombre, este Nazareno,...