Se encierran las aves en los espejos del desierto por tu belleza,
Cantan los animales por tu dorada piel y embelesa,
La luna reclina sobre tus caderas y tu busto me adormece,
Por eso al sol pido concederme tu color y a nuestras almas en un plato de vida el calor.

Déjame poner sobre tu cuello un plateado collar cubierto de esmeraldas,
Y recorrer los campos de arena por Miles de años hasta ti,
Conmigo la única flor del desierto bebiendo de mi rojo,
No queda mucho tiempo para el final de los tiempos contigo.

Dentro de las frías noches la respiración de tu cuerpo agitada habita en mi mente,
Junto al fuego, para tocar unos segundos más mi música, debo quemarme.
Y tú sonido ensordecedor hará temblar mis manos y congelará mis oídos de ti.
Dentro de la serpiente danzante, el muro que nos separa no existe físicamente.

Todo existe dentro del segundo y del relojero,
Todo sucede fuera de los cielos nocturnos más allá de las lunas de Júpiter que giran en torno en ti.
Nada ocurre que pase antes por nuestros ojos u oídos,
Nada es concebido sino antes en nuestra mente y luego en la infinita oscuridad.

No tengas miedo. Pues si algo puede liberarnos, es el propio miedo.
El propio miedo de separar nuestras manos debe de darnos la fuerza hasta el final,
Porque no existe nada más incomprensible que la formación de los sentimientos que nacen en nuestras almas.
Aferrarnos a ellos con fuerza es nuestra única salvación en este milenio en que nos encontramos.
Estamos atrapados en el pasado.

Vivimos en un bucle de flores ardientes y frías
Y por eso como una serpiente en el desierto comeré almas y recuerdos del mundo hasta mi muerte junto a ti.