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La demencia en el cosmos
La demencia en el cosmos

Este antiquísimo trastorno, acabando usualmente con las almas más creativas, ¡con los artistas!
Alguna vez hubo en esta ciudad un gran filósofo y escritor. Los eruditos afirmaban que su mente resguardaba los recuerdos de cien vidas pasadas ante su indescriptible sabiduría, pues tal erudición no podía concebirse en un mozuelo de trece años. ¡Trece años! ¿Qué podía causar tan excepcional portento? Más extrañeza causaba su origen; su progenie no tenía nada de erudita. Eran vistos como unos seres tontos, imbéciles, «unos inútiles incestuosos» murmuraba la gente.

El joven era visto rondando las bibliotecas, siempre con una pila de libros antiquísimos cubiertos de espeso polvo. Los viejos bibliotecarios relataban sus lecturas inexplicables, como lo eran los textos medievales en latín, la vastedad de tomos acerca de las antiguas deidades veneradas en las remotas sociedades y los rarísimos volúmenes de Hegel, que tan infrecuentes eran. Era el joven prodigio por excelencia, y ya desde los once años empezaba a codearse en los círculos de literatura con las figuras más experimentadas en el menester del cuestionamiento del universo y las letras.

Quizás el mozuelo fue maldecido. Tal vez es este un mundo terriblemente inconcebible para las psiques tan magníficas. El joven cayó en el pozo insondable de la locura, cayó en los abismos penitentes del hastío y la angustia. Se dice que fue atacado por una tribulación psicótica, que veía seres y figuras ya expiradas, vociferaba que el mundo era irremediablemente insoportable, y que no existía un destino digno y no aciago y funesto para un ser tan minúsculo como él en un universo tan grande. Trece años tenía cuando fue encontrado arremetido por una soga hercúlea, sujeto tenazmente del cuello, bajo un árbol robusto, colorido y hermoso. Bajo sus pies levitantes descansaba una misiva que decía, en una sublime caligrafía: «Anhelo ser uno con el universo, ¿habiendo tantas estrellas y tantos astros, por qué debería quedarme en esta tierra penitente? Ya soy uno con la existencia y mi espíritu reposa beatífico en la vastedad del cosmos».
© Engel Volkov