La vida se va y el tiempo con ella,
tan corto es el momento justo,
que con el pensamiento me asusto
de lo que se tuvo y luego dejó huella.

Un suspiro, un roce, un goze, un vacío,
una incertidumbre que se abre
por el sendero de lo desconocido y labre
la oscuridad que una vez se sintió en el navío.

Un adiós es como el tiempo, para siempre.
No hay retorno en la vida ni en la muerte.
Los seres humanos no entendemos de lo inerte
que es la vida cuando un adiós nos empaña en diciembre.

Nadie está preparado. Todo es una incógnita.
Nadie sabe por qué o cuándo será la señal,
cae de improvisto como una hoja invernal
o un rayo en una parte muy recóndita...

Pues la vida está llena de despedidas,
alguien se está despidiendo en este momento,
de un amigo, un amor, un familiar o del tiempo,
los lazos se rompen y se abren las heridas.

Cuando nos damos cuenta ya es tarde,
la resignación es lo único que puedes tener,
todo lo demás lo has perdido sin esclarecer
tus pensamientos, y todo dentro tuyo arde.

Todas las despedidas son casi iguales,
porque literalmente no sabes que lo son,
como una melodía con la misma canción
o las gotas de lluvia en tiempos otoñales.

Hay un adiós que va y un adiós que viene,
uno se posa en la mente y otro en el corazón,
Dios creó la vida, pero también tenía razón
cuando creó el adiós porque nada se retiene.

Ella me dijo fría un frío adiós, indiferente,
y yo que tanto la amaba me dolió,
cuando más la necesitaba se marchó
como un ave que pliega sus alas rapazmente.

Ya todo está escrito, todos se despiden
alguna vez en la vida de alguna manera,
y aunque a veces me abrace la primavera
luego se va como estrellas que no se miden.

Y así va el curso de la vida, cada tiempo se va,
cada rosa se marchita, se caen las hojas,
el escritor se despide de sus palabras rojas
y el pintor se despide de los colores que ya no están...

Como mal poeta, me despido ante estos versos,
que más que míos son un holograma de mi visión,
es difícil a las cosas darles una terminación
pero digo adiós para estar con los universos.


© Sulmon