En la danza de la vida, los altibajos cantan,
sube y baja como olas, su esencia nunca quebranta.
Un día es sol radiante, otro, sombra y penumbra,
entre risas y susurros, la emoción se deslumbra.

La pared despistada, testigo del tiempo,
con grietas en su piel, guarda un antiguo lamento.
Olvida lo que escucha, y en su mudez se aferra,
perdida en sus pensamientos, es un eco que espera.

La alfombra, suave abrazo, que acoge nuestros pasos,
teje historias en su trama, guarda sueños y lazos.
Es refugio cálido, en su color se dibuja,
la que se despliega, con su alegría y su salida...

Así en el vaivén eterno, el alma nos guía,
la pared que no responde, y la alfombra que abriga.
Tres mundos entrelazados, en un solo espacio danzan, sin embargo,
la vida, en su locura, siempre encuentra su balanza.


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