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Una lunática al despertar
La madrugada trajo consigo a mi catapultante enojo sin falta, como princesa atada a una bola de acero en su pie.
Siendo la servidumbre de plebeyos que miran mal mis negativas por no querer hacer lo que dicen que debo hacer, pero soy consiente de que en mi decisión está qierer hacer o no hacer nada. Me apesta la vida esta mañana, pues hago sin querer para evitar tener que volver a la reprimenda verbal acompañada de señalamiento.
Mi ceño fruncido imita al Lucifer de la obra del francés Émile Jean Horace Vernet, siendo mi cara de rebeldía tan obvia como el palpitar de mis sienes y corazón que de mi caja torácica quiere salir expulsado.
Ardo en mi molestia, soy la peor, aunque sirva a estos plebes mal agradecidos sin ser agradecida por mi labor, porque quien agradece la esclavitud.... sólo los masoquistas sexuales y sumisos a beneficio propio... ¿y mi beneficio en dónde está?
Aunque a pesar de mis suspiros mal habidos, mi silencio toma el control de toda la atmósfera.
Mi mal sentir se...