...

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En la Última Hora
Los días se precipitan, fugaces aves,
y la salvación se esfuma en un suspiro.
Solo me queda el aire, un tenue abrazo

que llena mis pulmones con un soplo vital.

Corro hacia la profunda madre tierra,
al final del hueso, donde el tiempo se aquieta.
Semanas, meses, años de gozoso anhelo,

antes de ser semilla en la vasta noche.

Fortalezco mi armazón, mas por dentro habita
un vacío insondable, un eco sin nombre.
Solo yo vivo en este cuerpo vulnerable,

y en su fragilidad presiento el peligro.

Desnudo estoy, ya no hay nada que ocultar.
No quiero corromper lo que soy, deseo arder.
Respiro sin temor, despierto a la verdad:

Estoy naciendo ahora, en la última hora.

La muerte no es un final, sino un nuevo comienzo,
un viaje hacia la luz, un renacer eterno.
Acepto el destino con la frente en alto,

y me libero al fuego, transformado en canto.

Soy la llama que danza en la noche estrellada,
la semilla que brota en la tierra mojada.
Soy el viento que canta en la rama florida,

la vida que se expande en un nuevo latido.

En la última hora, me encuentro a mí mismo,
un ser de luz, libre de ataduras y abismos.
He nacido al fin, y ahora soy eterno,

un alma que danza en el universo infinito.

© Roberto R. Díaz Blanco